viernes, 19 de agosto de 2016

Liliana Durán: estrella terrenal


Liliana Durán, estrella por derecho propio. Fuente: Grupo
de Facebook Televisión y Cine en Retrospectiva.
El primer recuerdo que tengo de Liliana Durán es el de una mujer atractiva, ya en edad madura, de labios voluptuosos y ojos expresivos. Interpretaba a Carmela, la dueña de un bar en la Venezuela de los años 50, quien ayudaba a los miembros de la resistencia contra la supuesta dictadura del General Marcos Suárez Figueres, interpretado por Luis Rivas. Era objeto de la atención amorosa de Manuel Fulvio Sanz ―Tomás Henríquez, en una de sus mejores caracterizaciones― y madre de Hazel Leal. La humanidad transmitida a su personaje le permitía lucir sus dotes histriónicas, en un elenco de grandes figuras que incluía a Gustavo Rodríguez, Amalia Pérez Díaz, Mahuampi Acosta, Rafael Briceño, Arturo Calderón, Julio Jung, Charles Barry, todos apoyando a la pareja protagónica a cargo de José Luis Rodríguez (El Guácharo) y Pierina España (Estefanía, en la novela homónima de 1979).

No, no era fea. Fuente:
Revista Encuadre No. 62
Sin embargo, no hay que ser injustos: ella era una actriz de alto vuelo, que se había iniciado muy joven en el cine mexicano junto a los grandes intérpretes de la llamada Época de Oro y que, además, sostenía tras de sí una envidiable trayectoria en la televisión y el teatro venezolanos.

Liliana Duran Leal nació el 1⁰ de mayo de 1932 en Elda, Alicante (España). Era hija de Expósito Durán, quien había ejercido como gobernador de Gerona por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), además de asesor del movimiento sindical en el área de las comunicaciones. Luego de la guerra civil española, la situación se tornó peligrosa para él y su familia, por lo cual optaron por salir como refugiados republicanos y se radicaron en México. Allí llegó Liliana a la edad de 6 años.

Fuente: Libro Amores Públicos,
Fundación para la Cultura Urbana.
A Ricardo Tirado, quien la entrevistó para su libro Amores Públicos (1) en el 2001, le confesaría: «Tenía complejos por mi estatura y mi delgadez hasta los 14 años. Eso terminó el día que, al pasar frente a un grupo de muchachos, recibí mi primer piropo. Usaba mi primer suéter y ya para el año siguiente empecé a presumir con un mínimo de maquillaje y me hice un ‘tipo’. Me miré al espejo y me dije: ‘No está mal…no está mal… ¡No soy tan fea!’».

Aún adolescente, Liliana se propuso ser actriz y se estableció como meta que desistiría de sus sueños de gloria si no lograba un sitial en su profesión en los próximos cinco años. Afortunadamente, ya a los 20 años de edad su presencia había sido notada en el panorama cinematográfico mexicano, donde filmaría 15 películas. Esos años representaron para ella la confirmación de que su vocación era verdadera y, por ello, vale la pena conocer un poco acerca de esa experiencia cinematográfica.

En su blog errataspuntocom (2), el periodista y escritor Eduardo Mejía señala que Liliana Durán «se hizo actriz en el cine mexicano; tuvo muy pocas apariciones, en un periodo muy breve, y en ninguna de sus cintas le dieron un papel principal, aunque en tres de ellas es muy destacado; después de sus mejores actuaciones desapareció del panorama cinematográfico, y sus apariciones posteriores fueron en la televisión venezolana».

Escena de La Tienda de la Esquina (Díaz Morales, 1950).
En primer plano, los hermanos Lupe y Miguel Inclán. Atrás,
Roberto Espriu, Liliana Durán, Bárbara Gil, Juan Orraca
y dos actores no identificados. Fuente: blog Filmotropo
Cartel de La Tienda de la Esquina, donde Liliana figuraba en
la cola del elenco. Fuente: Blog Yo no soy de esta época
Según Mejía, en casi todas esas cintas fue “la otra”,  o la amante malvada que intenta quitarle el marido a la estrella de la cinta, o la esposa engañada por el marido con la amante buena; o fue villana malvada y perversa.

Sus primeras incursiones como intérprete se produjeron en el teatro en 1949, luego debutó en el cine en 1950 con un papel secundario en la película Donde nacen los pobres, protagonizada por Abel Salazar y Amanda del Llano. A esta cinta le seguiría ese mismo año Tacos joven (El poder de los hijos). El director José Díaz Morales le asignó un papel de mayor peso en La malcasada (1950), convirtiéndose en su mecenas dentro del cine mexicano, al trabajar con él en siete cintas.

Liliana en una escena de El dinero no es la vida. Fuente: página
venezuelamiamor.maxbb.ru 
A raíz del éxito alcanzado en El dinero no es la vida (1952),  Liliana logró mejorar su estatus como figura de atracción de taquilla y ello incidió en una mejora para llegar a mejores filmes. El distribuidor Salvador Cárcel, quien manejaba más de 190 salas en Venezuela, se asoció con Argel Films, la productora de Emilio Tuero, y exigió su participación en la cinta Salón de belleza, adelantando para la película 35 mil dólares por la firma de la actriz, quien tenía muy buena imagen en nuestro país. Ella misma recuerda que recibía muchas cartas y misivas cariñosas desde esta nación suramericana, la cual era uno de los mercados fuertes del cine mexicano.

Cartel de Salón de Belleza. Fuente: Blog
Primordiales
La cinta incluyó en su reparto, además de Liliana, a Emilio Tuero, Rita Macedo, Andrea Palma y María Douglas, todos reconocidas estrellas. Su rol era el de una actriz que intenta seducir al protagonista. Según ella misma lo expresara, «allí mi personaje era una estrella de cine llamada Elisa Manzi, que lucía joyas auténticas y un vestuario precioso de firma. Era una traidora de lo último, una bicha, pues…». A juicio del periodista Eduardo Mejía, “[…] Durán está sobrada para ese papel, y se desperdicia su picardía, que sólo se insinúa.»


Cartel de Noche de Perdición. Fuente: Blog
Caminando en el tiempo
Fue así como Liliana logró colarse en la que es conocida como la Época de Oro del cine mexicano, donde participó tanto en comedias burdas como en melodramas.  Otras películas en las que intervino y que tenían buen reparto fueron Noche de perdición (1951), con Rosa Carmina; La mentira (1952), con Marga López y Jorge Mistral; y ¡Prefiero a tu Papa! (1952) con Fernando Soler, Emilia Guiú, Joaquín Cordero, Delia Magaña, Amelia Wilhelmy, Yolanda Varela y Blanca de Castejón.

Luego filmaría El Mil amores y Escuela de Vagabundos, dos clásicos protagonizados por Pedro Infante bajo la dirección de Rogelio González.  En la primera, Durán es la novia de Infante, e hija de la excelente Emma Roldán. Para el periodista Eduardo Mejía, en esta cinta Liliana «parece más bien mustia, y en desventaja frente a una (Rosita) Quintana que por esta vez no es cachonda, sino desamparada. Durán la aventaja: más suelta, más guapa, más simpática y más pícara, lo que no lo expresa con palabras, sino con miradas incitadoras que disimula cerrando los ojos cuando parece que va a descararse; el tono de voz es de señorita mimada, y sólo al final, cuando los enredos que provoca (Joaquín) Pardavé hacen creer a Roldán y a Durán que Infante es casado y con hijos –comedia que habían armado para desilusionar a Quintana— Roldán y Durán se revelan ambiciosas e interesadas, lo que aprovecha Infante para deshacerse de ellas».

Fuente: Imdb.com
Precisa el periodista que Durán llama la atención porque muestra una belleza no muy común: «en vez de la mujer sumisa o de la dama bravía acostumbradas en nuestra cinematografía, parece agresiva, prometedora, anunciando pasiones que no ofrece Quintana. Y la mirada que le dirige a Infante en las escenas finales la revela como cruel y mandona. Es una lástima, para la cinta, que Infante prefiera a Quintana, porque entonces la trama regresa al carril de las buenas costumbres y no a lo que parecería conducirla una Durán digna de una sensualidad sólo permitida a las villanas.»

Siguiendo nuevamente a Mejía, Escuela de
En una escena de Escuela de Vagabundos. Captura de pantalla
vagabundos
sería su mejor película desde el punto de vista cinematográfico. Acá encarnó nuevamente a “la otra”, pero “otra” que merecería mejor suerte que la estrella Miroslava, muy bella pero tiesa y sobreactuada: «Durán compite con Anabelle Gutiérrez en simpatía, y como ella, se roba las escenas en las que aparece».

Su siguiente cinta, y la última durante más de 15 años, fue El sultán descalzo, de Gilberto Martínez Solares, una cinta de regular calidad, en la que según Mejía, ni en las reseñas incluidas en las dos ediciones de la Historia documental del cine mexicano, ni en la del volumen dedicado al cine de Tin Tan, se repara en la presencia de Durán. Ella tiene un papel memorable: esposa del policía Joaquín García Borolas, declara que todos sus vecinos son sus "compadres", y le confiesa que, como él trabaja por las noches, Tin Tan la pasea, la lleva a bailar y la divierte en su ausencia:


Cartel de la película. Fuente: filmaffinity.com
Luego de varios enredos, ella, preocupada por la desaparición de Borolas (preso por culpa de Tin Tan), le pide que lo busque; él se aprovecha para usar un uniforme de policía y recaudar comida para Varela, y le advierte que tiene que cubrirlo para que no lo castiguen; le pone una tarifa: “50 pesos, o tú dirás”, a lo que contesta Durán, en una de las escenas más inquietantes del cine mexicano: “Mejor tú dirás, porque 50 pesos no tengo”, y se le cuelga del brazo. (3) 

Para Mejía, esta cinta, no muy buena, se salva por Liliana Durán «bella, atractiva, graciosa y provocativa. Y por desgracia, cuando parecería que se encaminaba a una carrera más provechosa, emigró a Venezuela; su huella en nuestro cine es endeble, pero con unas cuantas actuaciones permanece como algo que pudo haber sido y no fue».

Liliana en una escena de El mil amores. Captura de pantalla
La salida de Liliana del panorama cinematográfico mexicano, en el que parecía su mejor momento y el más prometedor,  tuvo una sencilla respuesta: el amor. En enero de 1956, ella se encontraba disfrutando su luna de miel por el Caribe y llegó por vía marítima a Caracas junto a su flamante nuevo esposo, el publicista Héctor Quintanilla, quien venía contratado por una filial transnacional, “seguro de haber convencido a su compañera de su retiro de la actuación”. La realidad era otra:

«Yo estaba feliz…Venir a este país tan determinante para el crecimiento de mi carrera y meca consagratoria para los mexicanos. Y una vez que me vi en Caracas, estaba segura de que me iba a incorporar a su dinámica apenas “me descubrieran” y tendría ofertas imposibles de rechazar que ni siquiera mi esposo se podría negar a que yo fuera totalmente feliz.» (4)


Liliana en 1957. Fuente: Televisión y
Cine en Retrospectiva
.
Al llegar a la capital venezolana, Liliana logró efectivamente ubicarse en las pantallas y en la escena teatral. En los próximos cinco años, mientras iba consolidando su presencia en el mundo del espectáculo nacional, procreó tres hijos: Mirtha, Liliana (Pelusa) y Alejandro.

Para ella, era fascinante codearse con grandes pioneros de las tablas en nuestro país como Juana Sujo, Alberto de Paz y Mateos, entre otros:

Yo empecé aquí haciendo el llamado gran teatro del mundo. Hice Shakespeare en Sueño de una noche de verano, Medida por medida y Otelo; El amor de los cuatro coroneles, de Pirandello; El jardín de los cerezos, de Chejov; María Estuardo, de Schiller; La muchacha del campo, de Clifford Odets. También hice teatro venezolano, estrenando María Lionza, de Ida Gramcko; Chúo Gil o Los Tejedores, de Arturo Uslar Pietri; Okey y Asia y el Lejano Oriente de Isaac Chocrón. También el buen teatro, incluye piezas populares como El Espíritu Burlón, de Noel Coward o las miles de veces representada por todos Vidas Privadas. Con la empresa Bulgaris del Teatro Chacaíto, Descalzos en el parque y Hotel Terraza Suite. En fin, siempre hice el mejor teatro. También en televisión, más de un centenar de piezas de autores universales.(5)

Jairo Carthy, Alicia Álamo, Laura Zerra y Liliana en El Gorro
de Cascabeles. Fuente: Blog de Jairo Carthy
Otras obras en las cuales participó fueron Los lunáticos, dirigida por Antonio Constante; y El gorro de Cascabeles, de Luigi Pirandello.

En su entrevista a Liliana, Ricardo Tirado le pregunto por qué siendo una figura eminentemente cinematográfica, sus películas en Venezuela eran tan escasas. Ella le respondió: «Cuando llegué a Venezuela, el medio más fuerte era y es, la televisión, como único capaz de garantizar un trabajo estable y un buen contrato que te permitiera vivir decentemente. También en ese entonces se hacían pocas películas. Pero lo más definitivo para decir no al cine hecho en casa, es que muchos de los asuntos o guiones que me han ofrecido no me han interesado. Te piden desnudos o hablar como una malandra con una sarta de palabras obscenas o que trabajes por un sueldo mínimo o gratis, preferiblemente. Si cualquier producción cuesta millones en cine, ¿cómo es que no tienen asegurado el sueldo de los actores que dan la cara? En el teatro tal vez eso se pueda hacer. Puedes transigir, porque son otras circunstancias, y si te llena espiritualmente, bueno, tal vez. De hecho lo hice en más de una oportunidad en el pasado y lo volvería a hacer si fuese necesario».

Liliana en los 70. Fuente: RCTV / revista Estampas
Al preguntarle por las películas realizadas en Venezuela, recordó con cariño Papalepe (1966), «que no resultó una gran película, pero era una bonita historia familiar, que me permitió conocer y socializar con gente maravillosa e importante del medio artístico venezolano […] El director fue Francisco Graciani, y nunca podré olvidarme de que, una vez terminada la película, fui a su oficina ubicada en un anexo de unos pequeños estudios en San Agustín del Norte, a que me cancelara el 50 por ciento restante por mi trabajo, encontrándome con una gritería pidiendo una ambulancia, y era que al buen señor Graciani le había dado un ataque al corazón. No volví mas

También se refirió a Cuando quiero llorar no lloro (1974), a la que calificó como «una obra redondita, o mejor dicho una pieza maestra dentro de todo lo realizado hasta ahora, e inició todo un boom para el cine latinoamericano, liderado por el cine hecho en Venezuela. Es que el libro de Miguel Otero Silva es una maravilla, como también la adaptación y guion de Wallerstein y Román Chalbaud, además de contar con un elenco fabuloso».

En Historias de Amor y Brujería, de Carlos Cosmi. Fuente:
Grupo de Facebook Televisión y Cine en Retrospectiva.
Otras participaciones en la pantalla grande local fueron en las cintas El Reportero (1968), junto a Amador Bendayán; Perros de alambre ( Manuel Caño, 1978), una coproducción hispano venezolana; Historias de Amor y Brujería (Carlos Cosmi, 1980); Traficantes de Pánico (René Cardona Jr., 1980), coproducción con México; Macho y Hembra (Mauricio Wallerstein, 1984), donde también se desempeñó como directora de arte y diseño de la producción; así como Sherlock Holmes en Caracas (Juan Fresán, 1991).

Liliana se incorporó a la televisión al poco tiempo de llegar a nuestro país y en un medio tan joven logró destacar en teleteatros y telenovelas. En 1957 protagonizó La Solterona, junto al galán Héctor Hernández Vera.  Otros dramáticos en los cuales aparecía como figura principal fueron La muda, La otra cara y La desheredada.

Liliana Durán y el recientemente fallecido Aldo Monti. Fuente:
revista Encuadre No. 71.
 El 27 de julio de 1966 —hace exactamente 50 años— inició sus transmisiones regulares en Caracas el Canal 11 de televisión, gracias a la iniciativa de los hermanos Amable y Ricardo Espina. Entre los programas difundidos en la fecha inaugural figuró Orgullo de Casta, que señaló la reaparición de Zoé Ducós en la pequeña pantalla, y Mi secreto me condena, donde debutó Espartaco Santoni, acompañado por Liliana y María Luisa Lamata.  Otras producciones de esa época fueron Del altar a la tumba (1969) y Encrucijada (1970).

A mediados de los 70 la actriz regresó a México para una telenovela que le dedicó Carlos Olmos, autor de la afamada Cuna de Lobos, la cual se llamaba Una Grieta en el espejo; «me tocó empezar de nuevo, con todo y que me brindaron un crédito especial que decía “Con la presentación en la TV mexicana de la actriz venezolana Liliana Durán”. También hice una película Los corrompidos, que no fue la excepción».

En esa época, Liliana trabajaría en la Corporación Venezolana de Televisión (CVTV) en telenovelas como La Inolvidable, junto a  Manolo Coego; y Volver a vivir, una historia vespertina de suspenso protagonizada por Carmen Julia Álvarez y Héctor Myerston, además de Giove Campuzano, cuyas villanías harían las delicias de los televidentes.

La inolvidable Carmela de Estefanía. Captura de pantalla de
la telenovela.
Sin embargo, Liliana también será recordada por su destacada participación en inolvidables producciones dramáticas de Radio Caracas Televisión: en La Usurpadora (1971-1972) era la presidiaria Isolda y en Valentina (1975) encarnaba a Tundra, otra presidiaria que en la cárcel quiso hacer la vida imposible a Sonia (Marina Baura). Interpretó el personaje de Verónica Castro, la verdadera madre de Ana María (Marita Capote) en Raquel (1974); Alejandra (1976) le permitió incursionar en los roles de buena, al interpretar a la dueña de una boutique protectora de la protagonista (Chony Fuentes). En Resurrección (1977) personificó a la esposa de Chacho Chirinos (Tomás Henríquez) y en Estefanía (1979-80) a la inolvidable Carmela.

La década de los 80 hizo posible diversificar su galería de personajes: interpretó a la perversa Miss Janet,  una villana, esta vez en los tiempos de los lords ingleses en La Hija de Nadie (1981-82); fue la madre de Mayra Alejandra en la fallida novela de suspenso El esposo de Anaís (1980); progenitora de Lucio Bueno en Muñequita (1980) y madre de Jean Carlos Simancas en Marielena (1981). En Angelito (1981) era amiga de Inés (María Conchita Alonso).

Una envejecida Liliana junto a Doris Wells en
La Comadre, Fuente: revista Estampas.
Para La Comadre (1981) permitió que la envejecieran prematuramente; así lució en esta miniserie dirigida por Román Chalbaud y protagonizada por Doris Wells. También intervino en ¿Qué pasó con Jacqueline? (1982) y en Jugando a vivir (1982), en el rol de Bertha, el último en este canal.

Reaparecería en la señal de Venevisión —en su última etapa frente a las cámaras televisivas— en las telenovelas Cantaré para ti (1985);  Amor de Abril (1988), La Mujer Prohibida (1991) y Peligrosa (1994-1995), donde se despidió con una villana elegante, Leandra.

Juan Carlos Vivas, Francisco Ferrari, Liliana Durán y Víctor
Cámara, parte del elenco de Peligrosa. Fuente: Fotogramas
En su conversación con Ricardo Tirado (6), hizo un balance de algunos aspectos de su vida personal: «Aquí me he realizado como persona y como profesional, nacieron mis tres hijos y nietos, también me divorcié y me ha tocado sufrir como todo el mundo». Nunca quiso reincidir en el matrimonio luego de su separación: «Desde que me divorcié hace años, manejo muy bien la soledad».

En esa ocasión, Liliana manifestó que se consideraba hogareña y familiar. Aseguró que le encantaban las manualidades, coser, tejer, cocinar. «Me encantan mis nietos, a quienes adoro, y cuando no hago nada de eso que mencioné, leo. Suelo leer mucho y escucho música en la tranquilidad de mi casa, lo que me sirve para reflexionar, organizarme, contestar la correspondencia. También me encanta viajar. Aparte de mi residencia caraqueña, tengo un apartamento en la isla de Margarita, y como si fueran míos, uno en Madrid y otro en París. Digo como si fueran míos porque allí viven mis dos hijas casadas que frecuento, como es natural, cada cierto tiempo».

Liliana, gran dama de la televisión venezolana. Fuente: RCTV
Tirado le argumentó que algunos podrían confundir sus personajes con su temperamento, a lo cual ella respondió: «Tengo una cara con expresión que puede confundirse con la altivez, pero no soy orgullosa para nada. Si han de juzgarme, que lo hagan por mi trabajo. Claro que me gusta que la gente me quiera, como a todo el mundo. Ahora, entiendo que el público se hace una idea de una gracias a los personajes, a la voz, gracias a la prensa. A los artistas se nos idealiza mucho. Cuando nos ganamos el favor del público nos sentimos bien pagados, como tocados por Dios. Ser temperamental en lo que toca a berrinches y desplantes no paga, creas una fama de conflictiva y los actores en general, así sean primeras figuras, deben trabajar como empleados u obreros. ¡Las estrellas solo existen en el cielo!».

Retirada de la vida pública a finales de los 90, se residenció en la isla de Margarita donde dejó de existir el jueves 24 de agosto de 2006, deceso del que este año se cumple ya una década.

Referencias bibliográficas

(1) Tirado, R. (2004). Amores Públicos. Fundación para la Cultura Urbana, Caracas.
(2) Mejía, E. (2015). Reivindicación de Liliana Durán. Blog errataspuntocom, publicado el 27/07/2009,  México, [texto en línea], consultado el 14/08/2016, disponible en http://errataspuntocom.blogspot.com/2009/07/reivindicacion-de-liliana-duran.html
(3) Ibíd.
(4) Tirado, R. (2000). op. cit.
(5) Tirado, R. (2000). op. cit.
(6) Tirado, R. (2000). op. cit

3 comentarios:

  1. Siempre me había pregunta que habría sido de su vida, pues no sabia que había muerto. Por lo menos en lo que respecta a físico, era un camaleón: en cada película parece otra persona.

    Juan Bravo

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  2. Excelente actriz...la Señora Liliana Duran, la recuerdo con mucho cariño, pues fui un niño novelero y tengo tantos recuerdos de ella, de su "Garbo", de su altiva presencia en la pantalla, muy sexi...hoy la comparo físicamente con la otra gran actriz Yajaira Orta, tiene mucha semejanza hasta en la actitud. De la Sra. Liliana recuerdo especialmente su papel (espectacular) en "Estefania". Hace años descubrí que no era venezolana, lo lamenté...pero en verdad fue nuestra...Dios la tanga en su gloria. Gracias a quienes dedicaron este trabajo a la Sra. Liliana, hace tiempo he estado buscando información de ella y no existía nada en internet. Felicitaciones por colocar un grano de arena, en las páginas de nuestra memoria tecnológica...

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