lunes, 28 de septiembre de 2015

Intersección mortal

Jimmy, una estrella al volante. Fuente: quotesgram.com
Durante 40 años, Donald Gene Turnupseed debió convivir con el dudoso honor de ver asociado su nombre al de James Dean, pero de una manera poco agradable: ser la segunda persona involucrada en el accidente vial donde murió la apenas naciente estrella de Hollywood en los años 50.

Turnupseed, nacido el 18 de julio de 1932 y quien contaba 23 años para la época, era un estudiante de Ingeniería Eléctrica en el Instituto Politécnico de California para el momento en que ocurrió el lamentable suceso. Por su parte, Dean, de 24 años, acababa de culminar el rodaje de la película Gigante y viajaba a Salinas, California, para participar en una carrera automovilística.

El atardecer del 30 de septiembre de 1955 devino en un encuentro con la fatalidad para ambos jóvenes cuando en la intersección de la ruta 466 (hoy 46) y la 41 los autos que conducían colisionaran con el saldo mortal por todos conocido.

Sesenta años han transcurrido desde ese fatídico día que cambió el destino de uno de los más prometedores actores de su generación, pero no fue diferente para Turnupseed, a quien a pesar de ser hallado no culpable, la muerte de James Dean lo atormentaría el resto de su vida.

Jimmy y su Pequeño Bastardo. Fuente: http://biochroma.co.uk/
El coche que le conduciría a la muerte fue adquirido por Dean el 21 de septiembre de 1955: un Porsche Spyder 550, por el cual entregó en consignación su Porsche 356 Speedster y un cheque por un valor de tres mil dólares, para un monto total de siete mil dólares. El vehículo era apenas uno de tan sólo 90 producidos por la automotriz y Jimmy lo llamó Pequeño Bastardo (Little Bastard), nombre que le mandó a pintar en la parte trasera sobre la cubierta del motor. También, le dio un toque personal añadiéndole unas líneas rojas y el número 130 en el techo, en el maletero y en las dos puertas.

Inspeccionando su nueva adquisición.
Fuente: Kojicozy.exblog
Dean era aficionado a las carreras automovilísticas y ya había intervenido en varias. Su deseo era continuar en el mundo de las competiciones deportivas, pero su contrato con los estudios cinematográficos le impedía participar en este tipo de eventos mientras se encontrara en filmación de alguna película. De allí que aunque el Porsche recientemente comprado estaba listo para las pistas, él lo había conducido muy poco y su mecánico, el alemán Rolf Wuetherich, le había recomendado alcanzar por lo menos 900 kilómetros para que el motor estuviera rodado y a punto. Dean quería correr en Salinas el 1º de octubre de ese año, pues creía que si ganase aquella competencia se consolidaría como piloto. Así que luego de concluir el rodaje de Gigante, su tercera película, se hicieron los preparativos para su viaje a esa ciudad. Ello le permitiría familiarizarse con su vehículo en carretera y acumular el kilometraje requerido.

Dean levanta su pulgar mientras está estacionado en Vine Street
en Hollywood. Fuente: dailymail.co.uk
El 30 de septiembre de 1955, alrededor de la una y media de la tarde, Jimmy abandonó Los Ángeles con Rolf Wuetherich como copiloto. Un amigo de nombre Bill Hickman y un fotógrafo, Sanford “Sandy” Roth, le seguían en una Station Wagon Ford con el remolque vacío, en el que iría el Porsche. Los planes originales cambiaron y así fue como James Dean condujo el auto rumbo a Salinas, donde aspiraba llegar al anochecer.

Rolf y Jimmy en El Pequeño Bastardo. Fuente: dailymail.com.uk
En el camino, Jimmy llevó el Porsche a alta velocidad, hecho que provocó que un funcionario de la Policía de Tráfico de California le detuviera alrededor de las tres y media de la tarde por exceder los 100 kilómetros por hora en una vía restringida a 80 kilómetros por hora. Una multa le fue expedida por el oficial y Dean continuó el recorrido previsto.

Jimmy en la gasolinera vía a Salinas. Fuente:dailymail.com.uk

Más adelante haría una parada en un restaurante con gasolinera donde saludó a Lance Hutton, hijo de Bárbara Hutton, que también se dirigía a Salinas para la competencia y con quien quedó en cenar en Paso Robles. Al continuar su trayecto, cerca de Cholame, estuvo a punto de chocar con un Pontiac que iba en dirección contraria, al intentar adelantar a otro vehículo que transitaba a menor velocidad. Las advertencias de prudencia se habían encendido en varias oportunidades, pero James Dean no las asimiló. Se acercaba el momento decisivo de la colisión mortal.


Paralelamente, Donald Turnupseed se dirigía a la casa de sus padres en Tulare para pasar un tranquilo fin de semana. Había estado cuatro años en la Marina, sirviendo en un barco hospital durante la Guerra de Corea, pero ahora su foco de interés se centraba en sus estudios en el Instituto Politécnico de California. Ese viernes conducía un Ford Sedán Tudor modelo 1950 blanco y negro. Entre las cinco y las seis  de la tarde había transitado por la 466 en dirección oeste y al llegar a la confluencia con la 41, que es la que debía tomar para llegar a su pueblo natal, dobló a la izquierda sin percatarse de que un carro deportivo gris plata se dirigía velozmente en esa dirección.

El coche de James Dean destrozado durante el levantamiento del
cadáver.  Foto tomada por Sandy Roth. Fuente: San Luis Obispo
Tribune, Photos from the Vault.
Según describe Paul Alexander, el biógrafo de Dean en su libro El Boulevard de los sueños rotos (1994), Donald “debió vislumbrar, en el último momento, como en un destello, el coche gris que se le venía encima a toda velocidad. Su instinto inicial fue girar el volante hacia la derecha para intentar apartarse. Pero ya era demasiado tarde. El otro coche estaba muy cerca. En aquel momento, de forma instintiva, pisó el freno…Fue probablemente este acto final, el frenar, lo que convirtió el Ford de Turnupseed en un muro de metal contra el que se precipitó el Porsche”.

Según su declaración posterior al accidente, lo único que él recordaba haber visto era el gesto de los dos pasajeros levantando los brazos como para protegerse del impacto.

Traslado del cuerpo del actor. Foto tomada por Sandy Roth.
Fuente: San Luis Obispo Tribune, Photos from the Vault.
Segundos antes del accidente, James Dean se había percatado de la intención del conductor del Ford en cruzar y, según algunas publicaciones, le comentó a Wuetherich: “Supongo que el tipo nos verá. Tiene que parar”. No había acabado de decir estas palabras cuando “el Ford empezó a doblar a la izquierda, pero no terminó la maniobra y se quedó casi frente a Dean en el carril de este. En la fracción de segundo anterior a la colisión…Jimmy tuvo que escoger entre frenar y acelerar. Decidió pisar el acelerador a fondo para esquivar el otro coche”, apunta Alexander en su libro.

El Ford de Turnupseed tal como quedó luego del accidente.
Foto tomada por Sandy Roth. Fuente: San Luis Obispo
Tribune, Photos from the Vault.
Lamentablemente, la situación no permitió que James Dean se desviara lo suficiente, por lo que su asiento fue a golpear con estrépito al lado del conductor del Ford. “…El impacto sonó como una pequeña explosión…El Porsche salió disparado, dando bandazos y acabó junto a un poste de teléfonos. El Ford se deslizó unos metros sobre el asfalto de la 466 hasta detenerse”, refirió el biógrafo.

Rolf Wuetherich
Con el impacto, el cuerpo de Rolf Wuetherich fue expulsado con violencia del coche y cayó en el campo. James Dean, cuyo pie se quedó atrapado entre el embrague y el pedal de freno, proyectó su cuerpo hacia el asiento del copiloto. Al detenerse el auto, sus brazos y piernas estaban desmadejadas y sin movimiento. Su cabeza colgaba por encima de la portezuela del vehículo, con el cuello roto. Aunque el pecho de Dean quedó atrapado por el volante, fue la rotura del cuello la que causó su deceso. No obstante, aun luchaba por respirar de manera muy débil mientras su pulso se iba desvaneciendo.

Rolf quedó tendido en el suelo, con una mandíbula rota, la cadera y la pierna fracturada, así como diversos traumatismos. Donald Turnupseed permaneció sentado de bruces sobre el volante, en estado de shock. Había salido casi ileso, aunque tenía algunos golpes y su nariz sangraba.

Rápidamente llegaron varias personas al sitio del accidente. Una de ellas era el conductor de un Pontiac, John Robert White, contable de Pasadena con quien Dean había estado a punto de chocar momentos antes cuando trato de adelantar a otro auto. Fue él quien llamó a la ambulancia que recogería a los heridos.

Información difundida por UP sobre el fallecimiento
del actor.
Mientras tanto, Turnupseed logró salir de su vehículo y caminaba sin rumbo por los alrededores, aparentemente aturdido. No paraba de balbucear: “No lo he visto, no lo he visto”. El Porsche se encontraba totalmente destrozado. Según el fotógrafo "Sandy" Roth, Rolf se encontraba en el suelo con la cara ensangrentada, los dientes destrozados y gritando: “¡Jimmy, Jimmy!”.

El conductor y el asistente de la ambulancia colocaron a Rolf y a Dean en camillas y los trasladaron con rapidez hacia el War Memorial Hospital de Paso Robles. Al llegar, el médico de guardia declaró allí mismo la muerte de James Dean, quien si no había muerto en el sitio lo hizo en el trayecto al centro de salud. Eran las 6:20 de la tarde.

El informe del doctor de guardia, Robert Bossert, declaró: “Estaba muerto, y una inspección superficial reveló el cuello fracturado, fracturas múltiples en los antebrazos, una pierna fracturada y varios cortes y hematomas en la cara y el pecho…”. En su acta de defunción, la hora de la muerte se fijó a las seis menos cuarto de la tarde, y el sitio del accidente fue declarado como dos kilómetros al oeste de Cholame, condado de San Luis Obispo, en el cruce de la carretera 466 con la 41.

James Dean, adiós al rebelde. Fuente: fanpop.com
La muerte de James Dean, un documental presentado en el 2005, trató de revisar las características del accidente, debido a algunas imprecisiones que se habían mantenido a lo largo de 50 años. Mediante el uso de tecnología computadorizada se reprodujo el evento y se pudo concluir como cierto que él iba al volante, algo que desmentía el último testigo sobreviviente del choque, Don Dooley, quien insistía en que era Weutherich quien conducía, no Dean.

Dooley, en ese momento de 15 años, y su cuñado estuvieron a punto de verse involucrados en el accidente. En 2005, con 65 años, señalaba recordar que se había bajado una vez que el Porsche se paró y trató de ayudar a los afectados. Según su declaración, James Dean estaba sentado en el lado izquierdo, en el puesto del acompañante.  Sin embargo, los autores del programa informático que reprodujo el accidente, señalaron que el cuerpo de Jimmy había sido empujado al asiento del pasajero debido al fuerte impacto. Durante la investigación realizada en 1955, la declaración de Dooley había sido ya desestimada al considerar que tenía “un ojo inexperto”, pero a pesar de las nuevas pruebas suministradas, él estaba convencido todavía de que Dean no era quien conducía. “Es lo que yo ví”, dijo. “No tengo nada que ganar mintiendo sobre ello”.

The Fairmount News publicó una edición especial.
Al contrario de lo que se señaló durante la investigación realizada posterior a su fallecimiento, se indica que el vehículo iba a un poco más de 70 millas por hora, 20 menos de lo que se dijo en esa ocasión. Esto revelaría supuestamente que Dean frenó con fuerza tratando de evitar la colisión en lugar de acelerar.

Debido a que en el accidente hubo un muerto, se abrió una investigación policial. Rolf Wuetherich fue entrevistado para una deposición varios días después del choque. El Reverendo Mello J. Galle, de la Iglesia Mennonite de Paso, actuó como el traductor para el mecánico alemán. Wuetherich, de 28 años, describió como él, Dean y dos compañeros, quienes les seguían en un coche separado, habían abandonado Los Angeles sobre la 1:50 de la tarde y más tarde recibieron una boleta por exceso de velocidad. Ellos siguieron al norte sobre la Carretera 99 en Bakersfield y luego al oeste sobre la Carretera 466 en una velocidad que él estimó en 60-65 millas por hora.

El acusador Murphy preguntó si Dean había frenado o había tratado de evitar el coche de Turnupseed. "Es un poco confuso para él", tradujo Galle, "pero parece … que (Dean) trató de arrimarse a la derecha”. Murphy además le preguntó a Rolf si Dean dijo algo justo antes del accidente. "Nada, no puede recordar", fue su respuesta según Galle.

Turnupseed también fue sometido a un extenso interrogatorio en el que mantuvo que nunca vio el carro que conducía Jimmy hasta el momento del choque. El 11 de octubre de 1955, un jurado presidido por D.H. Orcutt se reunió en el juzgado de San Luis Obispo para oír las conclusiones sobre el caso. Turnupseed fue exonerado de responsabilidad en el accidente y se declaró el deceso de James Dean como muerte accidental sin intención criminal.

Según un oficial de la Patrulla de Carretera de California, después del choque Turnupseed regresó a Tulare haciendo autostop (pidiendo cola, como dirían los venezolanos). En el Hospital de Distrito de Tulare fue tratado por raspones en la nariz y contusiones. Luego de su exoneración de culpa, pasó a una existencia discreta siempre torpedeada por periodistas y personas que deseaban entrevistarlo sobre el accidente, algo que él siempre rechazó durante décadas. Sus únicas declaraciones fueron las ofrecidas durante la investigación policial y a la publicación local Tulare Advance Register horas después del choque.

Donald Turnupseed años después.
Fuente: findagrave.com
Su familia también ayudó a protegerlo de los reporteros. Con el respaldo de sus padres, Harley y Ruth Turnupseed, desarrolló un multimillonario negocio contratista de electricidad en la costa central y el Valle de San Joaquín, entre cuyos clientes comerciales se encontraban empresas como Kraft, Haagen Daaz, US Cold Storage y California Milk Producers, entre otras. Sus ventas anuales ascendían a 15 millones de dólares y en ella trabajaba un promedio de 75 empleados.

Si bien era considerado un joven con una personalidad tranquila y agradable, el accidente hizo que se convirtiera en una persona aun más reservada. Dedicó mucho tiempo al negocio familiar, incorporando criterios innovadores como la venta de programas de mantenimiento preventivo a sus clientes. Durante el periodo 1990-94 se convirtió en el presidente del Capítulo del Valle San Joaquín de la Asociación Nacional de Contratistas Eléctricos.

Su vida personal la llevó con discreción. Se casó dos veces: en la primera de ellas enviudó y en la segunda se unió a Mollie, en adelante apellidada Turnupseed. Tuvo dos hijos: David y Donald Bruce, ambos nacidos en Tulare; un hijastro llamado Rick Bradley; una hija, Peggy Henson; y cinco nietos.

En 1993 fue diagnosticado con cáncer pulmonar y debido al avance de la enfermedad, en 1994 cedió el control de la empresa a Wally Nelson, quien se convirtió en presidente de Turnupseed Electric. No obstante, siempre se mantuvo cerca del negocio hasta su muerte el 13 de julio de 1995, en su casa en Tulare, sin hablar nunca del accidente en público. Tenía 63 años.

Murió el actor, nació el mito. Fuente: pinterest.com
Rolf Wuetherich debió superar una dolorosa recuperación y, aunque cojeando, regresó al mundo de las carreras automovilísticas. Se comenta que enfrentó varios intentos de suicidio y se había dedicado a la bebida. En julio de 1981, a los 53 años, perdió la vida en Kupferzell, Alemania, cuando conducía borracho y chocó contra una residencia. Como James Dean, su cuerpo tuvo que ser rescatado de los escombros del vehículo, pero ya había muerto en la escena de accidente.

El epílogo de Dean ha formado parte de la mitología del cine Hollywoodense. Para el momento de su muerte todavía no se habían estrenado sus dos últimas películas, así que el impacto de su deceso cobró un impacto menor en la cobertura de medios. Sin embargo, esto cambiaría cuando el 11 de octubre de 1955, en el teatro Paramount de Los Angeles, se presentó Rebelde sin causa, cuya proyección debió ser interrumpida varias veces debido a los aplausos del público.
Cartel de Rebelde sin Causa (1955).

Una ferviente ola de admiradores empezó a crecer. Jóvenes de toda una generación empezaron a ver a Jimmy como “el símbolo de la lucha por encontrar un espacio en el mundo de los adultos, algo que siempre nos ha sido negado y que ha sido aplastado los convencionalismos…”, según escribiría un adolescente.

La crítica establecida le ofreció reconocimientos: la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood le concedió un Golden Globe Award póstumo; la revista francesa Ciné-monde le nombró mejor actor extranjero de 1955. En febrero de 1956, Dean fue nominado por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas al Oscar como mejor actor por Al este del Edén, un galardón que fue a parar durante la ceremonia celebrada el 21 de marzo a manos de Ernest Borgnine por su actuación en Marty.

En octubre de 1956, con una campaña publicitaria sin precedentes, Gigante llegaba a la pantalla grande y un público enardecido hizo colas memorables para ver su última actuación. Un fervor que, con altibajos, se ha mantenido a lo largo de 60 años, pues tal como lo señalara Andy Warhol: “No es nuestro héroe porque fuera perfecto, sino porque representaba perfectamente el alma maltratada pero hermosa de nuestros tiempos”.

Fuente: Infobae.com
Fuentes consultadas:

Alexander, Paul (1996). James Dean: El bulevar de los sueños rotos. Ediciones B, Barcelona, España.

The death of Donald Turnupseed, publicado en el portal findadeath.com, disponible en http: // www.findadeath.com/Deceased/t/turnupseed/thedonald.htm

Obituario de Donald Turnupseed, publicado en el portal Turnupseed lines, disponible en http: // www.fialcowitz.com/turnupseed/obits1.html

Thompson, Jay  (2005). Preguntas persisten 50 años después del accidente fatal de James Dean. Blog Photos from the Vault, de San Obispo Tribune, en thetribunenews.com, publicado el 01/10/2005, disponible en
http: // sloblogs.thetribunenews.com/slovault/2011/09/questions-linger-50-years-after-james-deans-fatal-crash/

O´neill, Andrés (2013). La ruta final de James Dean, en el portal primerahora.com, publicado el 03/04/2013, disponible en  http://www.primerahora.com/autos/nota/larutafinaldejamesdean-439918/

Craig, Olga (2005). Revelead: The truth behind crash that killed James Dean, publicado el 25/09/2005 en el portal electronico del diario británico The Telegraph, disponible en  http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/northamerica/usa/1499176/Revealed-the-truth-behind-the-crash-that-killed-James-Dean.html

domingo, 13 de septiembre de 2015

La cruz de Sergio Sarcos

«Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; 
y el látigo es únicamente para autoflagelarse».

Truman Capote, 
prólogo de Música para Camaleones

Sergio Sarcos y un puñado de cruces. Foto: Mirna L. Chacín
Una cruz de gran tamaño da la bienvenida a los visitantes y sintetiza de manera vibrante la simbología de la fe cristiana: dentro de ella, la virgen María y el niño Jesús reinan en el ícono de la crucifixión de El Salvador, para recordarnos que lejos de significar el martirio de Jesús, representa el triunfo sobre la muerte y la salvación para los creyentes.

Fueron los bárbaros quienes introdujeron este cruento método de ejecución de los delincuentes, el cual fue adoptado posteriormente por los griegos y, luego, por los romanos. El Deuteronomio (21: 22-23) lo menciona como un castigo abominable: «Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad». 

Cristo tricolor. Cortesía: Sergio Sarcos
Sin embargo, para los cristianos, la muerte de Jesús en la cruz, lejos de ser vergonzosa, es una muestra de su amor y sacrificio por la salvación de la humanidad. Tal como lo afirma Juan (3:16): «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». El Apóstol Pedro lo reiteraría (Pedro 2:24), al referir que Jesús, «quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados».

Es interesante recordar estas referencias bíblicas, aunque no se profese la religión católica, cuando uno visita la exposición Por este puñado de cruces, del artista plástico Sergio Sarcos, muestra que desde el pasado 10 de septiembre se encuentra a disposición del público en la sala Sergio Antillano del Teatro Baralt, en Maracaibo.

Nuestra Señora de Coromoto.
Foto: José Gregorio Marcano
Quien conoce a Sarcos sabe de su pasión por el Arte, así, en mayúsculas. Una pasión que comparte diariamente a través de las redes sociales, al difundir selectas obras de los más exquisitos artistas del orbe. Quien lo conoce también sabe de su acendrada fe religiosa, la cual ha permeado su producción artística a lo largo de los últimos años. Por ello, la exposición que celebra sus 36 años de trayectoria muestra la evolución de su trabajo reciente, colmado de santas, santos, ángeles…y cruces.

No hay fotografía que documente con justicia las obras de Sergio Sarcos. Él, hábil dibujante e ilustrador, ha añadido una minuciosidad en sus creaciones que difícilmente pueda ser capturada por la lente de una cámara. A la limpieza del dibujo, a la línea perfecta, a la cuidadosa disposición de las figuras, generalmente planas en su soporte bidimensional de cartón o papel, agrega la labor del artesano con aplicaciones de bisutería y elementos varios que añaden dimensionalidad y brillo a sus santos, vírgenes y cristos. Al sutil color proveniente del uso prolijo de la acuarela, suma arabescos con acrílicos, minúsculos puntos de color, sombras en creyón, delineado con tinta china…

Un rincón de la exposición.
Fotografía: José Gregorio Marcano
Las figuras religiosas de Sergio Sarcos no escapan de la imagenería convencional que la tradición cultural y artística les ha asignado. Pero las vírgenes, santos, ángeles y cristos del artista son “otra cosa”. Casi siempre con plácidas sonrisas, a veces mirando al espectador, reinando en el pequeño formato que les brinda cobijo.

Los cristos de Sarcos no son para nada figuras sufrientes: por el contrario, su rostro refleja una serena belleza, tal como corresponde a quien se le considera el Salvador del Mundo. Vestido con túnicas engalanadas, especialmente los de gran formato, los brazos abiertos abrazan con sincero afecto a quienes se les acerca, aun cuando tenga los ojos cerrados, la mirada ausente. Sin embargo, algunos se encuentran desnudos, mostrando sus partes pudendas, desprovistos de ropaje y de hipocresía. No son personajes martirizados, a pesar de que clavos hieran sus carnes y sangre mane de sus manos y pies. Son representaciones del cristo reencarnado, redentor de la humanidad, seres de luz surgidos de la mente creadora de este marabino excepcional.

Foto cortesía Sergio Sarcos
Llama la atención las cruces de pequeño formato pintadas con los colores de la bandera venezolana, alguno con solo siete estrellas, otro negro…¿representaciones de la esperanza de redención para un país en conflicto?

La exposición se estructura, espacialmente, en cuatro partes: a la izquierda, la Virgen de Chiquinquirá, patrona del pueblo zuliano; a la derecha, un homenaje a San Benito, el santo negro, cuya hermosa piel oscura adquiere tonos casi brillantes que destacan el rostro europeo (sí, europeo) y hasta infantil. Al fondo, un homenaje a los ángeles (desnudos, femeninos, voluptuosos) y un altar con las imágenes de Santa Bárbara, San Sebastián, Santa Rosa de Lima, el santo Niño de Atocha, María Rosa Mística, las vírgenes de Fátima y Guadalupe…

Santa Bárbara. Fotografía: José Gregorio Marcano
Otras advocaciones de María reinan en el rincón izquierdo, detrás de dos cruces dispuestas de manera casi flotante y otras apiladas contra la pared: Nuestra Señora de Coromoto, la Virgen del Valle, Nuestra Señora del Rosario de Cabimas…Todas con el sello del pintor: serenas, coloridas, de delicadas facciones.

El abultado número de obras merece que le dediquemos tiempo para detallar su cuidadosa ejecución. Algunos se admirarán por su preciosismo decorativo, pero la experiencia de observación mejorará aún más si nos detenemos a “leer” ese discurso creativo que va más allá de la mera ejecución del artista y que nos permite conocerlo, sentirlo…admirarlo. Sin ánimos de exagerar, creo que es una experiencia diferente. Incluso, si pudiera, se los podría jurar…¡Por este puñado de cruces!

Virgen de Chiquinquirá.
Un aspecto de la exposición.
Virgen de Chiquinquirá.
Otra representación de La Chinita.
Cristo moreno en un nicho.
Autoretrato con armadura.
Virgen de Guadalupe.
Cristo desnudo.
Fotografías: José Gregorio Marcano