jueves, 29 de diciembre de 2011

"La tengo, la tengo, no la tengo..."

Hace 39 años, un niño tuvo que elegir entre su merienda y dos sobres de barajitas. Ese día, este niño se quedó sin comer. Pero el esfuerzo valió la pena: Con los ojos brillantes y el estómago vacío, comprobó que una de esas barajitas estaba premiada. Lo sé de primera mano, porque ese niño fuí yo.

Comencé a comprar álbumes de barajitas en 1972, cuando estudiaba segundo grado de instrucción primaria. El primero fue uno cuyo nombre no recuerdo exactamente pero se refería a imágenes del mundo. Era un álbum grande, bellamente ilustrado, que incluía los mapas de cada uno de los continentes, las banderas de los países y las escenas con las costumbres más representativas de cada continente. Así conocí la tribu de los Tuareg, a las mujeres jirafas en África, a los gigantescos nenúfares en el río Amazonas, las costumbres de esquimales y polinesios, las hermosas tradiciones europeas y americanas, la hermosa barrera de coral en Australia...

La emoción estaba en adquirir los sobrecitos y, con tensa expectación, mirarlos uno a uno para comprobar si había alguna barajita repetida. Más de una vez la compra resultó en una desilusión, especialmente si la colección ya iba avanzada, pues de un lote grande de barajitas, apenas una sola era rescatable. Luego venía la aventura de intercambiar con los compañeritos de clase o, cuando las finanzas lo permitían, comprarlas. Las más difíciles de hallar podían valer hasta cinco barajitas. Todo era posible en ese mundo.

Años después, las imágenes de ese álbum las conservaría en un estupendo juego de memoria que me acompañó buena parte de mi niñez y adolescencia, hasta que en una de las muchas mudanzas que padecí, desapareció. El álbum de barajitas sobrevivió hasta el 2003, cuando un imprevisto ataque de comején me obligó a incinerarlo en una pira funeraria de tantos sueños y viajes imaginarios nunca concretados.

El coleccionismo de barajitas fue, ciertamente, un pasatiempo que consumió grandes cantidades de tiempo y dinero en mi niñez. No hubo álbum que circulara que yo no coleccionara. Además de los tradicionales de comiquitas (Popeye y sus amigos, Hanna Barbera, Festival Disney), el segundo que guardo en mi memoria es el de Vida y Color, que adquirí en 1973. Incluía cromos de plantas, animales, músculos, huesos y razas humanas. Era, prácticamente, una enciclopedia coleccionable.









Los cromos mostraban diferentes razas caninas y tipos de mariposas en coloridas ilustraciones.


Ya en quinto grado, más o menos en 1975, salió el álbum Venezuela en cromos, con el patrocinio de la Fundación La Salle. Gracias a él conocí los árboles emblemáticos, las aves, los animales y las zonas turísticas de nuestro país.

El tiempo me ha brindado la oportunidad de compartir este pasatiempo con mi hijo: Aún recuerdo cuando lo llevaba a una multitud que se apiñaba en el pasillo del Centro Comercial La Fuente para obtener las barajitas del Mundial de Fútbol Korea Japón 2002, y el de la Historia del Béisbol en Venezuela.

Tal vez con ello busqué perpetuar la ilusión de regresar a esa idílica infancia, en la que un sobre de barajitas podía garantizar la felicidad de un niño durante tooooodo un día completo. Y eso, la verdad sea dicha, nunca fue tarea fácil.

martes, 27 de diciembre de 2011

Sexy afiches de los 80

Durante la década de los 80, las revistas de farándula venezolana usaron y abusaron de las imágenes de las nacientes estrellitas de nuestra televisión para ampliar su audiencia.

Por extraño que parezca, siendo que el perfil de lectores de estos productos editoriales era principalmente femenino, se produjo una explosión de chicas sexy que desde las brillantes portadas invitaban en los kioscos y librerías al público masculino a sumarse a su legión de seguidores.

Entre las más asiduas invitadas se encontraban las actrices y vedettes Marisela Buitrago, Carolina López, María Conchita Alonso, Cristina Reyes, Tatiana Capote, con ocasionales apariciones de Herminia Martínez, Caridad Canelón, Lila Morillo, Hilda Carrero, entre otras. Muchas de ellas me acompañaron en mi cuarto de adolescente, con miradas pícaras y vestuario sucinto. Aún conservo muchos de estos afiches, los cuales hoy comparto con ustedes:



















jueves, 22 de diciembre de 2011

El Mach 5 todavía corre

Meteoro, el Rey de las Pistas en la televisión venezolana de los años 70, continúa vivo en la imaginación de un gran número de nostálgicos seguidores (incluido yo).

Una de las grandes incógnitas de mi infancia sólo pudo ser develada al llegar a mi adolescencia: ¿Quién tripulaba el Melange?. La culpable de esta duda casi existencial fue mi madre, quien me obligó a cenar justamente cuando iba a conocerse el misterio que rodeaba a este poderoso vehículo de carreras, que apenas superaba al imbatible Mach 5, conducido por Meteoro.

La historia del Melange es una de las más atractivas, para mi gusto, de todas las que ofreció la serie. El capítulo se inicia cuando un carro misterioso obliga a un choque fatal a un conductor y le deja una carta marcada con el número X3. Meteoro se involucra por casualidad en la investigación que desarrolla el inspector Detector cuando varios personajes relacionados con las carreras automovilísticas son seguidos y llevados fuera de la carretera en accidentes mortales.

Meteoro descubre que el carro es tripulado a control remoto con un robot como conductor, el cual choca con una señal de detención de trenes y queda atrapado. La voz del robot aún permanece en mi memoria: en la versión original en inglés, esta era metálica; pero en la versión en español fue sustituida por una voz tenebrosa que repetía: El Melange todavía corre.


Al investigar el coche misterioso, Meteoro recuerda el Melange como el nombre del caballo de Napoleón, que le salvó la vida varias veces en sus batallas (en realidad se llamaba Marengo, pero debido a la interpretación japonesa de la palabra francesa, el nombre de "Melange" fue así traducido). El padre de Meteoro, sin embargo, identifica el nombre de "Melange" como un coche conducido quince años antes por un joven conductor llamado Flash Marker. El Melange habia sido uno de los mejores carros de carreras identificado con el número "3". Durante la carrera en el Paso del Peligro, el vehículo junto a su conductor se estrelló fatalmente por maniobras de los miembros del Club Tres Rosas.

Desde entonces, el hijo del conductor, Flash Marker Jr, había planeado su venganza en contra de los integrantes del Club Tres Rosas, para lo que construyó un coche con un diseño elegante, negro y marcado "X3". El coche era conducido por control remoto y su conductor era el famoso maniquí robot que usaba las frases "El Melange todavía corre" y "El Melange está vivo" . El X3 chocaba deliberadamente a los afiliados con el Club para matarlos, dejando una carta marcada X3; y esperaba la oportunidad para perseguir a otros tres miembros del Club que no habían muerto todavía.

Mientras tanto, Flash Marker Jr. trasladó en secreto el coche siniestrado de la vía del tren y sustituyó en una fábrica secreta subterránea el cuerpo del vehículo con una réplica del Melange original, colocándole sobre el chasis del X3 para prepararse para la próxima carrera en el Paso del Peligro.

Ya que era el mismo carro con el chasis del Melange, el coche todavía podía ser controlado remotamente. De esta manera fue conducido por la hermana de Flash Jr., Lily, en contra de su voluntad, aunque en realidad era controlado por Flash Jr. desde su helicóptero. La venganza se concreta al chocar fatalmente a dos de los tres conductores del Club Tres Rosas, pero se estrelló con el último miembro del Club. Cegado por la emoción, Flash perdió el control del helicóptero y la aeronave se precipitó a tierra.

Para recordar este capítulo, los invito a pinchar aquí.
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Meteoro, un mito en las pistas de carreras

Las historias de Meteoro han contado con varias generaciones de seguidores. Este joven corredor de autos de carreras se presentó en las pistas televisivas en 1967. Meteoro, conocido en por los niños de habla inglesa como Speed Racer, conducía el Mach 5, un súper deportivo GT fabricado por su padre con excepcionales características.

Su familia estaba compuesta por su padre, su madre, su hermano mayor Rex, quien huyó de casa; y su hermano menor Chispita. Le acompañaban su novia Trixie, su amigo Bujía, quien era el mecánico exclusivo del auto; y su mascota Chito, un chimpancé que junto a Chispita hacían las gracias de la serie.


Rex, su hermano mayor, se fue del hogar familiar después de mantener una discusión con su padre porque éste tomó un auto que acababa de construir y compitió en una carrera sin su autorización. Rex ganó la carrera, pero perdió el control después de pasar la meta, destrozando el auto por completo. El hermano de Meteoro salió ileso y se acercó a su padre contento por haber ganado, pero éste le recriminó fuertemente por lo que hizo. Rex le dijo que le demostraría lo buen corredor que era y se marchó para nunca volver con su familia. Frecuentemente aparecía en la serie vestido como el corredor X, un enmascarado que cuando menos se lo esperaban se encontraba en la línea de carrera, cada vez que su hermano Meteoro competía. Ni Meteoro, ni su familia sabían que el corredor X era Rex. Además, trabajaba como agente especial.

Luego del éxito alcanzado por Osamu Tezuka con Astro Boy, Tatsuo Yoshida se unió con su hermano para crear los estudios Tatsunoko. Allí rescataron a Meteoro, que como Astroboy, originalmente también era un manga y lo convirtieron en anime.

En 1965 apareció por primera vez en la pantalla chica japonesa Las aventuras de Meteoro. Sólo se hicieron 52 capítulos ya que, como le pasó a muchas creaciones niponas, el mayor éxito lo consiguió posteriormente fuera de su país.

Cuando en 1967 Meteoro se convirtió en un producto de exportación y llegó a Estados Unidos, sus personajes cambiaron de nombre y, a su vez ,cuando a fines de los '60 y principios de los '70 la serie arribó a España, México y Sudamérica, volvieron a cambiar de nombre(aunque esta vez no todos).

Meteoro en el original se llamo Go Mifune (miembro de la familia Mifune); por eso tenia una M en el casco y una G en la capota; pero cuando desembarcó en Estados Unidos fue Speed Racer. Al llegar a Sudamérica, se transformó en Meteoro, respetando la inicial del casco.

El Mach 5 era el vehículo más potente creado hasta el momento, tal como lo describió muy bien el mismo Meteoro en el capítulo El Gran Plan. Cada botón activa una acción diferente para enfrentar situaciones difíciles, ya sea en las carreras o en algunas de las aventuras en las cuales se ve involucrado:

• El control A suelta potentes gatos automáticos.
• El B es un dispositivo que le posibilita mayor tracción en cualquier tipo de terreno, a la vez que motores individuales añaden 5000 caballos de fuerza a cada unidad.
• El dispositivo C se trata de poderosas sierras para usar en terrenos poblados de bosques.
• El botón D sella la cabina de mando y no permite que entre el agua.
• El E le permite usar unas potentes luces direccionables.
• El control F le sirve cuando esta bajo el agua para suministrarle oxígeno y desplegar un periscopio.
• El control G le da salida a un robot mensajero que lleva cartas o cintas al destino señalado.


Ficha técnica
Nombre Español: Meteoro
Nombre japonés: Mach Go Go Go
Nombre en inglés: Speed Racer
Año: 1967
Compañía: Tatsunoko Productions
Numero de Episodios: 53
Creador: Tatsuo Yoshida
Música: Nobuyoshi Koshibe
Género: Deportes, aventura
Personajes: Meteoro, Pops (Padre de Meteoro), Madre de Meteoro, Trixie, Chispita, Chito, Bujías, Rex/ Enmascarado X, Inspector Detector.

Preferiría no mencionar la versión fílmica realizada por los Hermanos Wachowski en 2008, la cual no llenó las expectivas. Mejor, despidamos a este héroe de mi infancia con el intro en español:

jueves, 1 de diciembre de 2011

Yo amo a Pierina

Mi primera novia se llamó Pierina España. Claro, ella nunca se enteró de ese amor adolescente, ni tenía por qué hacerlo. Ella era una actriz de televisión que en los años 70 empezaba a desarrollar su carrera histriónica, en papeles de contrafigura junto a José Luis Rodríguez, en La hija de Juana Crespo (1977), como una madrastra de muy buen ver; o en aquella osada escena de cama, antológica para los patrones de la televisión local, junto al entonces joven político Leonardo Montiel Ortega, ex senador de la República, en el primer capítulo de la telenovela TV Confidencial (1977). En esos tiempos no andaba yo preocupándome ciertamente de los entresijos del melodrama televisivo, pero sí me entusiasmaba ver a esa belleza venezolana con raíces europeas que tan bien encarnaba el mito de que los caballeros las preferimos rubias.

Pierina aún no se prodigaba como figura de primera magnitud en la pequeña pantalla, pero las revistas de farándula ya daban cuenta de su atractivo. Tendría que esperar hasta abril de 1979, cuando RCTV la tuviera de protagonista en la teleserie escrita por Julio César Mármol, Sangre Azul. Allí encarnaría a una especie de Scarlet O´hara criolla que persigue a José Luis Rodríguez en plena Guerra Federal. Le acompañaban Carmen Julia Álvarez y Jean Carlo Simancas, un compañero recurrente de reparto en otras producciones como Sonia, Tormento o Silvia Rivas, divorciada.

Más allá de elogiar la excelente versión de una novela de época, recuerdo mi entusiasmo cuando fueron publicadas las fotografías tomadas por Fernando Carrizales para la revista Venezuela Farándula (13/06/1979), que la mostraban en picaresca ropa interior del siglo XIX. Nunca se le vio tan bella, ni siquiera en Estefanía, su consagración como máxima estrella dramática de RCTV de finales de los 70, acompañada nuevamente por José Luis Rodríguez, aparentemente una pareja que le garantizaba el éxito.

Iniciados los 80 y sin previo aviso, luego de la novela Muñequita y la miniserie Mi hijo Gabriel, Pierina se retiró para iniciar una feliz vida de casada junto al banquero Alfredo Gómez Ruíz, lejos de los reflectores y el ajetreo propio de las estrellas televisivas.

En enero de 2010, Pierina concedió lo que es hasta la fecha su última entrevista a un medio impreso. Le correspondió al colega Néstor Luis Llabanero conversar con ella para un reportaje de la revista dominical Estampas, del diario El Universal. Allí reiteraría que había abandonado la televisión por amor y que durante esas dos décadas de ausencia había disfrutado de una feliz vida de pareja, lamentablemente truncada por la muerte de su cónyuge. Las fotografías demostraban que aún se conservaba bella, como en sus mejores días de protagonista.

"Yo no busco regresar", confesaría al periodista, "pero si de repente me presentas un proyecto que me haga así, plin (une sus dedos y los suena) y que sea algo de verdad acorde con mi persona, con mi edad, donde no me exponga al ridículo, yo lo pienso. Lo que no quiero definitivamente es hacer televisión".

¿Por qué?
"Porque la televisión no va a pagarme lo que yo quiero".

¿No sería un momento para reclamar la dignidad que tú le otorgas al oficio de las actrices?
"No lo sé. Todo en mí es que me dé un pálpito, porque yo no voy a echar a perder mi trabajo de Estefanía por cualquier propuesta. Sería estúpido e irresponsable de mi parte hacerlo. Uno no puede desilusionarse ni desilusionar a la gente que tiene un amor por el trabajo que uno hizo".


Mientras tanto, no nos queda si no recordarla con esa nostalgia por los amores perdidos, esos que de tanta inocencia nos inducen a una sonrisa.

domingo, 23 de octubre de 2011

30 años sin Natalie

El próximo 29 de noviembre se cumplen 30 años de la trágica muerte de Natalia Nikolayevna Zajarenko, conocida en el mundo del espectáculo como Natalie Wood.

Nacida en San Francisco, California, el 20 de julio de 1938, de padres emigrantes rusos, fue registrada a los cuatro años bajo el nombre de Natasha Gurdin. Estrella infantil angelical en la década de los 40, es recordada su participación en la película navideña Milagro en la calle 34 (también conocida como De ilusión también se vive) y en el clásico El fantasma y la señora Muir, dirigida por Joseph L. Mankiewicz y protagonizada por Gene Tierney, Rex Harrison y George Sanders.

La transición de Natalie a estrella adolescente se dio exitosamente, al protagonizar Rebelde sin causa, junto al malogrado James Dean. West Side Story y Esplendor en la hierba consolidaron su posición artística. Gipsy, en la cual encarnaba a Gipsy Rose Lee, artista del género burlesque; y Amores con un extraño consolidaron su posición como actriz adulta. Ya a finales de los 60, sus apariciones en el cine comenzaron a escasear, lo cual se evidenció aún más en los años 70.

En la televisión encarnó el rol que hiciera célebre a Deborah Kerr en "De aquí a la eternidad", una versión para la pequeña pantalla de la novela de James Jones, realizada en 1979; y que contó entre sus protagonistas a William Devane y Kim Basinger.

Su inesperada desaparición física, a los 43 años, estuvo rodeada de rumores: se produjo al caer al agua del yate The Splendor, lo cual provocó su muerte por ahogamiento. Una pérdida lamentable, pues se encontraba en la plenitud de su belleza, aunque su última película "Proyecto Brainstorm" no haya estado a la altura de su sensibilidad y de su potencial artístico.

Quizá una de las escenas que más me gusta de ella es cuando lee el poema de Wordsworth en Esplendor en la hierba. Nunca se le vio tan indefensa y tan bella. Para recordarla, les dejo este video:

jueves, 1 de septiembre de 2011

Érase una vez un tonto...

Todo comenzó con la mirada enigmática, enmarcada por unas ojeras profundas, que observaba sin ver desde las dimensiones reducidas de un afiche. La voluptuosidad femenina se desbordaba en una imagen de lo que el Hollywood de los años veinte suponía como una reina egipcia. El rebuscado exotismo, lo recargado de la ambientación, no desviaban la atención de sus ojos penetrantes, de “mujer de mundo” forzada por el disfraz que “El Hombre” le había asignado para ocultar sus propios miedos ante la figura femenina.

¿Quién era? La pregunta no encontró respuesta fácil, a pesar de su prolongada popularidad como referencia de mujer fatal. La vampiresa devino en personaje harto estudiado como ejemplo de la transmutación del ideal femenino en contraposición a las vírgenes, virtuosas y decentes que poblaron el cine de los primeros tiempos. Era la “otra mujer”, siempre a la búsqueda de nuevas víctimas a quien esclavizar con el arma de su pasión devoradora.

Desde entonces, la obsesión tomó cuerpo de mujer. Surgieron nombres inesperados: Theda Bara, la Cleopatra que nos miraba desde la blancura contradictoriamente inmaculada de la pared; Asta Nielsen, Lya de Tutti, Louise Brooks, Bárbara La Marr, Valeska Surat, Brigitte Helm, Francesca Bertini, Lyda Borelli, Pina Menichelli, Musidora… hasta llegar a los más conocidos: Marlene Dietrich, Gloria Swanson, Greta Garbo, Jean Harlow y Mae West.

Seductoras de celuloide, atrapadas en esa curiosa aventura a 24 cuadros por segundo que nos inmoviliza ante una gigantesca pantalla cinematográfica. A ellas, víctimas y victimarias, este homenaje, mínima síntesis del por qué de su existencia. Para leer más, haz click aqui

sábado, 27 de agosto de 2011

La noticia que nunca fue


En junio de 1986, mientras cursaba la cátedra Práctica Profesional II, para obtener la licenciatura en Comunicación Social mención Periodismo Impreso, se me ocurrió realizar una entrevista a Emerio Darío Lunar para cumplir con una de las actividades asignadas en el curso. No era la primera vez que lo hacía, pues cada vez que por alguna razón no encontraba un personaje acorde para los ejercicios reporteriles requeridos, acudía a él, quien siempre fue receptivo a mis solicitudes. Lamentablemente, esta información nunca fue publicada y es hoy, venticinco años después de aquella conversación y veinte posterior a su muerte, cuando me he animado a compartirla con ustedes. Espero les guste.

Emerio Darío Lunar: "Maracaibo empieza a aceptarme"

Emerio Darío Lunar tiene razones para sentirse satisfecho. Además de ser protagonista de un Cuaderno Lagoven en la Pantalla, transmitido recientemente por los dos canales televisivos del Estado y por canal 11 del Zulia, su exposición en la galería 700, en Maracaibo, fue todo un éxito. Tan sólo el primer día vendió todas sus pinturas.

"Realmente, me fue muy bien", dice con humildad, con su hablar casi ininteligible y su gesticulación característica. Su figura nos recuerda en algo a Reverón, ese mago de la luz: barba poblada y pelo largo entrecano, sin camisa y con esa mirada triste, difícil de olvidar, en la cual parece querer esconder los mil y un secretos. Tal vez por ello, en su última visita a Caracas, se escudó todo el tiempo detrás de unos anteojos oscuros que sirvieron de inspiración a RAS para una estupenda caricatura, publicada en su columna en el diario El Nacional.

Su casa se asemeja a un museo, con cuadros tapizando todas las paredes. Y desde ellas, sus mujeres, mirándonos. "Son como mis hijas", nos dijo alguna vez. Ahora las vemos recostadas, sentadas, de pie, pero siempre con esa mirada vaga, curiosa, impenetrable... ¿La mirada del pintor, tal vez?

Lunar habla de su satisfacción por la receptividad encontrada en Maracaibo. "Debe ser que ya se están acostumbrando a mí, que empiezan a aceptarme", especula y da una chupada a su cigarrillo. En el taller improvisado donde trabaja, con pinceles, pinturas y periódicos regados en el piso, una mujer -¡Cuándo no!- le mira de soslayo, mientras él se eterniza a sí mismo en la tela como una estatua clásica.

"Me estoy haciendo publicidad", bromea. Y su risa llena toda la habitación; más allá, su hermana María nos mira, como queriendo intervenir en la conversación.

- ¿Proyectos? Tal vez haga una exposición en octubre en la galería Euroamericana, en Caracas. Ambrosino (el dueño de la galería)está interesado en hacer otra en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (MACC), pero desea obras grandes y yo no las quiero hacer.

Lunar ha vendido todos los cuadros recientes, luego de tenerlos apilados un buen tiempo en su casa y se siente complacido por ello. No quiere trabajar demasiado. "Me duele mucho la vista y me voy a quedar ciego pintando", se disculpa, mientras da otra mirada a la mujer del cuadro.

Cabimas es nuevamente visitada por el sol zuliano, cuando el pintor retoma sus fantasmas y nosotros nos alejamos de su casa-museo.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Secreta pasión pública

No sé aún determinar cuándo, conscientemente, empecé a amar esa serie de imágenes animadas, sucesión de fotografías a 24 cuadros por segundo que llamamos cine. Sentado en una butaca, frente a una inmensa pantalla blanca, tal vez fue ese parpadeo de luz que, en su tartamudez casi imperceptible, desplegó más vida de la que hubiese soñado jamás en un pequeño pueblo provinciano con título de ciudad.

De dibujos animados a grandes epopeyas bíblicas, pasando por un escarabajo en cuatro ruedas llamado Herbie, el cine era para mí el pasaporte a un lugar insospechado donde la gente vivía aventuras extraordinarias, tanto que nosotros, seres comunes, debíamos rendirles tributo como espectadores en salas de tercera categoría.

No había “nombres”, sólo “gente” que se deslizaba en ese raudal de luz desbordada hasta la impoluta pantalla a través de la minúscula ventanilla del saloncito de proyecciones.

Un día, unas piernas descubiertas por el indiscreto aleteo de una falda plisada color champagne, me sugirió que quizá esos seres podían ser reales; que detrás del personaje de turno y el rostro en close up también tenían una vida propia, un nombre: Marilyn Monroe Clark Gable, James Dean, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Jean Harlow. Nombres extraños, sugerentes, que salían de mi boca a veces como un susurro, otras como un latigazo. Confundidos los personajes con la persona, representaban seres refinados y mundanos, extraordinarios amantes, con figuras que parecían no ser de este mundo, de tan perfectas que eran.

He amado el cine desde que tengo conocimiento de mí mismo. Con el cine he reído, me he enfadado, he llorado, he soñado…Con y por el cine aprendí a leer en imágenes, a reflexionar, a crear y a creer que hay mundos posibles más allá de nuestra realidad, en ocasiones sórdida.

Lo triste del cine es que cuando aprendes a disfrutar una buena película, se hace muy difícil soportar las historias sin vida con las que nos quieren acostumbrar muchos cineastas de hoy. Después de todo, cuando aprecias un buen vino, los malos te saben a vinagre.

sábado, 6 de agosto de 2011

Ese vestidito blanco...


En el mundo femenino, siempre se habla del vestidito negro como el elemento infaltable en el guardarropa de toda mujer para salvarla en cualquier ocasión. Sin embargo. ninguna prenda de vestir ha ganado tanta fama como el vaporoso vestido blanco con el que Marilyn Monroe conmocionó el mundo del espectáculo en 1955, en aquella famosa escena de La comezón del séptimo año (The seven year itch, en su título original, dirigida por Billy Wilder), en la cual su falda aletea gracias al metro de Nueva YorK.

En un momento de la película, cuando Marilyn se acerca a una rejilla del metro, su vestido con pliegues se eleva hasta el aire dejando al descubierto sus piernas, una escena mítica que ha sido recreada infinidad de veces y que ha pasado a formar parte del conjunto de imágenes icónicas que nos ha brindado el cine. La figura silueteada de la Monroe fue utilizada en las estrategias promocionales del film, incluyendo su colocación en avisos de gran tamaño en las ciudades donde era proyectada la cinta, como esta en Nueva York, el año de su estreno.

Uno de sus biógrafos relata la anécdota según la cual un ofuscado Joe DiMaggio, para la época segundo esposo de la actriz, quien se encontraba en plena filmación de la escena junto a una multitud de curiosos y representantes de los medios, trató de abandonar el lugar, pero fue detenido por los periodistas, uno de los cuales se le ocurrió el comentario: "Qué le parece que Marilyn enseñe más de lo que había enseñado hasta ahora, Joe...?". DiMaggio no contestó y se retiró del sitio. Dos semanas más tarde, cuando ella regresó a Los Ángeles, anunció a la prensa que estaba en trámites de divorcio.

Con los años, el vestido blanco pasó a formar parte del imaginario colectivo. El caricaturista Al Hirschfeld inmortalizó a Marilyn con su estilo característico:

Betty Boop tampoco se quedó atrás:

Donna Summer la emuló en 1976 en su album Four Seasons of Love:


Kelly Lebrock también rindió su particular homenaje, de la mano de Gene Wilder, en The woman in red (1984):


En 2010, Lindsay Lohan completó su participación en la película de bajo presupuesto “Underground comedy 2010”, donde caracterizó a Marilyn Monroe y recreó nuevamente la famosa escena:


El 19 de junio de 2011, los medios de comunicación anunciaron que esta prenda había sido vendida por 4,6 millones de dólares (unos 3,2 millones de euros), convirtiéndose en la estrella de la subasta de recuerdos de Hollywood que había celebrado la noche anterior la casa Profiles in History, en Calabazas (California). Fue la primera parte de la venta de la colección privada de la actriz Debbie Reynolds, que incluye 3.500 vestidos, 20.000 fotografías originales y varios cientos de pósters de películas y objetos relacionados con la industria.

Sin embargo, quizá el triunfo definitivo del famoso vestidito blanco lo constituyó la presentación el pasado 15 de julio de la escultura “Forever Marilyn”, del artista Seward Johnson, la cual fue inaugurada en Chicago, Estados Unidos de Norteamérica. El artista construyó la obra, de ocho metros de alto y 15.400 kilos de peso, utilizando aluminio y acero inoxidable. Será exhibida en Chicago hasta la primavera del 2012.





A Marilyn y, especialmente, a Billy Wilder, les habría encantado verse nuevamente en el ojo público de manera tan contundente.

Para cerrar, mi homenaje personal a tan tierna escena y la secuencia original de la película: