
Comencé a comprar álbumes de barajitas en 1972, cuando estudiaba segundo grado de instrucción primaria. El primero fue uno cuyo nombre no recuerdo exactamente pero se refería a imágenes del mundo. Era un álbum grande, bellamente ilustrado, que incluía los mapas de cada uno de los continentes, las banderas de los países y las escenas con las costumbres más representativas de cada continente. Así conocí la tribu de los Tuareg, a las mujeres jirafas en África, a los gigantescos nenúfares en el río Amazonas, las costumbres de esquimales y polinesios, las hermosas tradiciones europeas y americanas, la hermosa barrera de coral en Australia...
La emoción estaba en adquirir los sobrecitos y, con tensa expectación, mirarlos uno a uno para comprobar si había alguna barajita repetida. Más de una vez la compra resultó en una desilusión, especialmente si la colección ya iba avanzada, pues de un lote grande de barajitas, apenas una sola era rescatable. Luego venía la aventura de intercambiar con los compañeritos de clase o, cuando las finanzas lo permitían, comprarlas. Las más difíciles de hallar podían valer hasta cinco barajitas. Todo era posible en ese mundo.
Años después, las imágenes de ese álbum las conservaría en un estupendo juego de memoria que me acompañó buena parte de mi niñez y adolescencia, hasta que en una de las muchas mudanzas que padecí, desapareció. El álbum de barajitas sobrevivió hasta el 2003, cuando un imprevisto ataque de comején me obligó a incinerarlo en una pira funeraria de tantos sueños y viajes imaginarios nunca concretados.


Los cromos mostraban diferentes razas caninas y tipos de mariposas en coloridas ilustraciones.

El tiempo me ha brindado la oportunidad de compartir este pasatiempo con mi hijo: Aún recuerdo cuando lo llevaba a una multitud que se apiñaba en el pasillo del Centro Comercial La Fuente para obtener las barajitas del Mundial de Fútbol Korea Japón 2002, y el de la Historia del Béisbol en Venezuela.
Tal vez con ello busqué perpetuar la ilusión de regresar a esa idílica infancia, en la que un sobre de barajitas podía garantizar la felicidad de un niño durante tooooodo un día completo. Y eso, la verdad sea dicha, nunca fue tarea fácil.


Qué pena que ahora todos los álbumes no sean sinó de deportes o alguna serie o peli para chicos. Saludos desde Estocolmo.
ResponderEliminarCiertamente, las tendencias en este sentido han cambiado, pero...¿Quién nos quita lo bailado? Saludos!
EliminarCiertamente momentos como esos dificilmente se revivanm tan solo en nuestras mentes y corazones, debemos mantenerlos vivos y por que no? podriamos y trabajar en un proyecto que emule esa parte de la cultura y rescatar aquello tan sano y magico. Recuerdo solo la imagen mas no el nombre de Aquel albyn de cromos cuya forma era una jaula de aves. todas sus figurasd tenian que ver con la fauna animal del mundo,. agradeceria a quien me lo recuerde en imagenes!!!!!!
EliminarJAJAJA,me hiciste recordar mis tiempo de mi niñez, que bonito fueron esos dias
ResponderEliminarSobre todo ese vida y color que hermoso Album hasta se podía estudiar de el porque tenia el cuerpo humano,las plantas, etc
ResponderEliminarEstimado amigo aùn tengo ese y otros albums màs, Vida y color fue la repuesta española al album argentino naturama, y aun busco el cromo que me fata, El mineral cuarzo nuncalo encontrè, mis respetos.
ResponderEliminarVida y Color Uno estudiaba cultura general, ojalas vuelvan a imprimirlos.
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