Juego Memoria del Mundo, con las imágenes del album de barajitas cuyo nombre no recuerdo. Fotografía: José Marcano |
La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados.
Jean Paul
Misionera yugoslava nacionalizada india(1910-1997)
Mis primeros conocimientos acerca de nuestro planeta no provinieron de un Atlas Universal o de una enciclopedia, sino de un álbum de barajitas cuyo nombre no recuerdo. Era el año 1972 y yo cursaba primer grado.
De las pequeñas emociones que guardo de mi niñez, una de las más
duraderas ha sido la expectativa que me generaba la adquisición en el abastos El
Águila de mi provisión de sobrecitos para llenar el álbum. Cada uno, contentivo
de cinco barajitas, costaba un medio (0,25 Bs.), lo cual representaba la mitad
de mi asignación para la merienda escolar. Gustoso la sacrificaba con tal de comprar religiosamente, cada día, el empaque tan esperado.
Estructurado por secciones según regiones geográficas ―América del
Norte, Centroamérica, Surámerica, Europa, Asia, África, Oceanía―, el álbum iniciaba
cada apartado con un mapa ilustrado a página completa, seguido por banderas
de los países y luego ilustraciones de costumbres, plantas, animales o aspectos
curiosos de cada continente. En el espacio que debía ocupar la barajita, se
leía la explicación correspondiente a la imagen.
Imágenes de nuestro mundo: Europa. Juego Memoria del Mundo. |
Imágenes de nuestro mundo: África. Juego Memoria del Mundo. |
La sección de Asia mostraba las maravillas del Monte Everest, localizado
en la frontera entre China y Nepal; el Monte Fuji, el Buda gigante y los
luchadores de sumo en Japón; las danzas tradicionales y el particular boxeo con
pies y manos en Tailandia; la caza del tigre de Bengala y los encantadores de
cobra en India; las gigantescas trompetas de los monjes tibetanos; y las
mujeres jirafas en Birmania.
Imágenes de nuestro mundo: Asia. Juego Memoria del Mundo. |
Imágenes de nuestro mundo: América del Norte y Centroamérica. Juego Memoria del Mundo. |
En América del Norte y Centroamérica se mostraban la danza de la serpiente de los indígenas Hopi y la danza del Búfalo por aborígenes norteamericanos; el volcán Izalco, en El Salvador, llamado Faro del Pacífico o Faro de Centroamérica; los Toritos llenos de luces de bengala en Cuernavaca, México; y la dura vida de los esquimales.
Imágenes de nuestro mundo: Suramérica. Juego Memoria del Mundo. |
Oceanía se mostraba misterioso y virgen, con indígenas maoríes cocinando en géiseres en Nueva Zelanda; cazadores de tiburones en Samoa; bailes sobre piedras incandescentes; pintores y tallistas de máscaras en Nueva Guinea; y aborígenes australianos corriendo en busca de la lluvia por las sabanas desérticas.
La sorpresa de una barajita premiada me alegró un día: era la del Cuco,
ave conocida por parasitar nidos ajenos, dejando a sus polluelos para que los
alimenten los adultos de otras especies. ¿Qué gané? Felicidad, imagino, y
alguna baratija que ahora no recuerdo.
Este álbum, casi lleno, lo guardé celosamente en mi casa paterna durante
décadas, hasta julio de 2003, cuando un súbito ataque de comején me obligó,
para mi pesar, a desecharlo.
Hace cinco años me reencontré con estas imágenes en un juego ―precisamente llamado Memoria del Mundo―, ese que en más de una
ocasión compartí con mi hermana menor durante las "divertidas vacaciones" de nuestra infancia. La nostalgia
afloró en mi mente al notarlo en los anaqueles de una vieja juquetería en
Ciudad Ojeda y desde entonces me acompaña como testigo silencioso, durante las
sesiones de trabajo en mi cuarto de estudio. De vez en cuando los Hopi, los
Tuareg y los Masai se entremezclan con europeos y asiáticos, en súbitos
arrebatos de pueril entretenimiento.
Yo siempre sufrí porque mistares nunca me dejaron tener un álbum de esos. Alguna vez tuve uno que otro álbum (pues muchas veces los distribuían gratis: el negocio era el contenido), pero nunca las barajitas. Pero me conformaba mirando las que compraban os otros niños, viendo lo que traía cada sobre y, por supuesto, los álbumes. En el mundo de las niñas, seria como la única que no tenía una Barbie.
ResponderEliminarJuan Bravo