Diana Bracho. Fuente: Getty Images Latam / Clasos |
No era una declaración gratuita: fue su respuesta a una
pregunta formulada durante la rueda de prensa, referida a su concepto sobre la
existencia de actores no profesionales en las cintas mexicanas. Sin embargo, la noticia
cobró grandes titulares. No era para menos, pues cuestionaba la calidad
profesional de la legendaria Del Río, ícono del cine hollywoodense y del propio
mexicano durante la llamada Edad de Oro, de quien además Bracho era pariente
lejana.
A pesar de lo antipático que pudiera sonar, no era la
primera vez que se cuestionaba la línea de actuación de Dolores Del Río, reina
en cuanto a enarcar la ceja junto a María Félix, otro ícono intocable para la
legión de admiradores que aun ostentan ambas. Innegable como lo es la belleza
de estas mexicanas en su juventud, muchos críticos las ven más como
personalidades llenas de encanto que iluminaron la pantalla con su majestuosa
presencia.
Ya en 1934, la crítica cinematográfica mexicana Cube Bonifant
catalogaba a Dolores Del Río como a una actriz sin belleza (algo totalmente falso)
y con pocas cualidades artísticas (algo también discutible) cuando ésta actuó en la película Madame
DuBarry (William Dieterle, 1934): “La última favorita del ‘Rey Sol’ o ‘el Bien
Amado’ es demasiado mujer para una dama de tan escaso atractivo físico e
importancia artística como Lolita del Río”. (Ilustrado, 16 de agosto de 1934,
pág. 22). Un comentario que le acarreó bastantes enemistades, sobre todo con
los fanáticos de la famosa actriz.
Dolores del Río, diva de Hollywood, en 1935. |
El 11 de abril de este año se cumplieron 30 años de la partida de Dolores
Del Río, en 1983, víctima de una cirrosis hepática a los 78 años de edad. Su verdadero
nombre era Dolores Martínez Asúnsolo y López Negrete, oriunda de Durango donde
nació el 3 de agosto de 1905.
Hija única de un banquero y hacendado, provenía de una acaudalada familia de
Durango. Entre sus ilustres parientes estaban el político revolucionario y presidente Francisco Madero, los actores Ramón Novarro y Andrea Palma, así como el director Julio Bracho, este último padre de Diana Bracho.
Dolores tuvo una educación privilegiada en colegios de monjas. A los 15 años contrajo matrimonio con el abogado Jaime Del Río, quien le aventajaba en diez años y cuyo apellido ella hizo famoso como estrella cinematográfica, primero de Hollywood, luego en el cine mexicano en su época dorada.
Dolores tuvo una educación privilegiada en colegios de monjas. A los 15 años contrajo matrimonio con el abogado Jaime Del Río, quien le aventajaba en diez años y cuyo apellido ella hizo famoso como estrella cinematográfica, primero de Hollywood, luego en el cine mexicano en su época dorada.
Una de las preciosistas imágenes de la película María Candelaria. |
El impacto de la imagen de Dolores del Río ha perdurado como ícono de belleza y elegancia, aun en nuestros días. En julio de 2010, el Museo Soumaya exhibió 55 imágenes
inéditas de la actriz, provenientes del
Centro de Estudios de Historia de México. La exposición Dolores del Río:
la encantadora de cámaras, presentó una selección
de las 2 mil 500 fotografías personales que la estrella guardaba y que después de
su muerte fueron depositadas por su último esposo, Lewis Riley, en el Archivo
Histórico del Centro de Estudios de Historia de México en el fondo MXXIV, donde
fue ordenado y clasificado.
El atractivo de la muerte, bellamente fotografiado por Gabriel Figueroa en María Candelaria. |
En agosto de 2011, a 107 años de su nacimiento, fue recordada nuevamente en una muestra fotográfica
en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México.
¿Fue Dolores Del Río solo una mala actriz con una fama ganada por su encantadora belleza y magnífica presencia en la pantalla?
David Ramón –crítico de cine, historiador, investigador y profesor universitario mexicano– dio en su momento su opinión con respecto a las polémicas declaraciones de Diana Bracho. Ante todo, señaló que estas partían de la ignorancia: ella nunca había visto la mayoría de las películas de Dolores Del Río, ya que en la proyección de Evangeline, en el Festival de Morelia, Bracho le había manifestado su admiración por la labor actoral de Dolores en este filme y afirmó que no había visto la mayor parte de su filmografía: ni del Hollywood mudo ni del hablado, ni de sus películas en México o en Europa.
De igual manera, Ramón se sirvió de las opiniones de directores hollywoodenses tan reputados como Raoul Walsh, Don Siegel, John Ford (que dirigió a Del Río en dos ocasiones) y, sobre todo, Orson Welles, quienes la consideraron excelente actriz.
En todo caso, Dolores siempre se sintió satisfecha de su trabajo fílmico y de su interesante vida, según se desprende de una afirmación suya, hecha años antes de su fallecimiento: «He pagado el precio de la gloria cinematográfica y he conocido el premio, no puedo quejarme. Ahora sigo viviendo como quiero vivir; con mi esposo Lou no sólo comparto la pasión por el teatro, por el mar, los viajes, la vida. Puedo mirar hacia atrás con alegría, hacia delante con esperanza. Todavía hay mucho quehacer, vamos a hacerlo con esa misma pasión que he puesto en todo por encima de penas y alegrías que la vida ha podido depararme. Pienso que lo esencial para mí fue haber sabido encontrar un sentido a mi propia existencia y haberme entregado a él con plenitud, sin reservas, apasionadamente, porque solo apasionadamente puedo enfrentarme al cotidiano y excepcional arte de vivir».
¿Fue Dolores Del Río solo una mala actriz con una fama ganada por su encantadora belleza y magnífica presencia en la pantalla?
David Ramón –crítico de cine, historiador, investigador y profesor universitario mexicano– dio en su momento su opinión con respecto a las polémicas declaraciones de Diana Bracho. Ante todo, señaló que estas partían de la ignorancia: ella nunca había visto la mayoría de las películas de Dolores Del Río, ya que en la proyección de Evangeline, en el Festival de Morelia, Bracho le había manifestado su admiración por la labor actoral de Dolores en este filme y afirmó que no había visto la mayor parte de su filmografía: ni del Hollywood mudo ni del hablado, ni de sus películas en México o en Europa.
De igual manera, Ramón se sirvió de las opiniones de directores hollywoodenses tan reputados como Raoul Walsh, Don Siegel, John Ford (que dirigió a Del Río en dos ocasiones) y, sobre todo, Orson Welles, quienes la consideraron excelente actriz.
En todo caso, Dolores siempre se sintió satisfecha de su trabajo fílmico y de su interesante vida, según se desprende de una afirmación suya, hecha años antes de su fallecimiento: «He pagado el precio de la gloria cinematográfica y he conocido el premio, no puedo quejarme. Ahora sigo viviendo como quiero vivir; con mi esposo Lou no sólo comparto la pasión por el teatro, por el mar, los viajes, la vida. Puedo mirar hacia atrás con alegría, hacia delante con esperanza. Todavía hay mucho quehacer, vamos a hacerlo con esa misma pasión que he puesto en todo por encima de penas y alegrías que la vida ha podido depararme. Pienso que lo esencial para mí fue haber sabido encontrar un sentido a mi propia existencia y haberme entregado a él con plenitud, sin reservas, apasionadamente, porque solo apasionadamente puedo enfrentarme al cotidiano y excepcional arte de vivir».
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