viernes, 6 de enero de 2012

Elba Escobar en gotas: “Soy bien atrevida”


Hace 20 años tuve la suerte de conocer a Elba Escobar. En esa época ya era una actriz reconocida de teatro, cine y televisión, que se encontraba presentando su monólogo Gotas de color en un espejo de agua bajo los auspicios de la empresa petrolera Lagoven, en la cual me desempeñaba como supervisor de Comunicaciones Externas. Aunque no era especial admirador de su trabajo, la había visto la noche anterior en la función privada ofrecida a los trabajadores de la empresa y sus familiares en Morichal. Me impresionó tanto que pedí a la supervisora de Calidad de Vida, dependencia que había coordinado su contratación, para que me permitiera entrevistarla antes de la función que ofrecería esa noche al público en Maturín. La reunión fue concertada y, después del mediodía, tuve la oportunidad de conversar con ella. Digo conversación porque eso fue, más que una entrevista formal. Alejada de divismos, me permitió todas las preguntas que quise formular y luego de casi una hora que duró este encuentro, me despedí de ella. A pesar de que no laboraba para ningún medio impreso, El Diario de Monagas aceptó el texto que les transcribo, el cual fue publicado el lunes 30 de septiembre de 1991, en la página 24. Las fotografías de la obra son de Iván Madriz. Espero lo disfruten:

Llegó menuda, rellenita, con esas ojeras que recuerdan a una diva del cine mudo. Al principio recelosa, luego hablaría ampliamente acerca de su trayectoria profesional en el teatro, cine y televisión.

Elba Escobar se muestra sencilla, sin poses y afirma convencida que es una actriz bien atrevida. No hace referencia a sus recordados personajes en películas como Macho y hembra o De mujer a mujer, sino a su decisión de hacer el monólogo Gotas de color sobre un espejo de agua, recientemente presentado en Maturín, bajo los auspicios de la División de Oriente de Lagoven.

- A raíz de la invitación al ciclo de monólogos en homenaje a Esther Plaza, en Caracas, decidí no hacer ninguno de los trabajos que me presentaron, escritos hace años, pasados de moda, enmarcados en una época en la que la mujer se convirtió en abanderada del feminismo en una lucha de principios con el hombre, a quien esta se enfrentó psicológica y socialmente. Eso ya no me interesaba, pues hace 10 años pertenecí a ese movimiento. Sin embargo, después de sopesar lo positivo y lo negativo del feminismo, logré la conciliación con mi parte femenina y el hombre. De hecho, yo creo que el acto creativo más hermoso es la unión del hombre y la mujer.

Planteé esta preocupación a Romano Rodríguez, director de la obra, y él me dijo que podría escribir algo para mí. Como soy bien atrevida, acepté. Otra no se habría arriesgado con una persona tan joven. Pero, en cambio, recibí este texto que habla sobre una mujer que se reconcilió con la imagen masculina producto de un proceso de reflexión, que en estos instantes está sola, pero dispuesta a encontrar a alguien con quien compartir.

- ¿Cómo fue el proceso de elaboración de la obra?

- Romano me preguntaba todo sobre mi vida. Cómo había sido la experiencia de ser mamá, la relación con mi hijo. Conservó la estructura de algunos de los monólogos de los clásicos y así podemos ver gotas de Julieta, Ofelia, Lady Macbeth. En la primera versión había una violación tomada de Daniel Fo. Pero, decantando su trabajo, Romano reescribió íntegra esa escena.

Ser actriz: un compromiso

- Tú tiene fama de apasionada con tus interpretaciones, que te entregas a tus personajes. ¿Todavía eres así?

- Es que debe ser así y uno lo descubre en el momento en que se decide ser actriz.

- ¿Cuándo lo descubriste?

- Mi primera obra la hice en el Pedagógico de Caracas a los 17 años, donde estudiaba Física y Matemáticas. Seleccioné Teatro como una materia opcional, para llenar créditos, pero no tenía ni idea de qué era eso.

Mi personaje era el de una viejita a quien le llevan su hijo a la guerra. No tenía conciencia de actriz, pero desde ese instante ya me metía en un problema que no era mío. Yo no había estado en la guerra ni tenía hijos, pero imaginaba que eso debería ser terrible, y lloraba y lloraba. El día del estreno, cuando terminó la función, el público aplaudió mucho. Sin embargo, al momento de yo salir, hubo una ovación. Me aterré. Fue allí que tuve conciencia de que era una cosa seria. Me dí cuenta de que el público era mi compromiso. Descubrí que era actriz.

Elba cuenta la historia de una manera sosegada. Pero el apasionamiento le brilla en los ojos y gesticula para enfatizar sus palabras. El mesonero nos interrumpe para anunciarle una llamada a la que ella acude veloz. Luego nos informaría que hablaba con su hijo de 20 meses —“Mi tesoro”, dice— y remeda la vocecita que la llama mami.

- Cuando se levanta el telón, hay un porcentaje de conciencia mínima que está bien, —prosigue Elba—. Recuerda el texto, los movimientos que ha indicado el director, la señal para que entre otro actor; pero en mi caso, el 75 por ciento de mi conciencia está concentrado en mi personaje. No es enajenación, eh, que quede claro.

- Algunos actores sostienen que debe haber un distanciamiento entre el actor y el personaje…

La actriz se enrosca en la silla como una serpiente y con un gesto de su mano afirma contundente:

- Decir que se guarda distancia es “culillo”. Miedo a sumergirse en el fondo del ser, vivir situaciones que no tienen nada que ver contigo. El actor que dice eso es un “culilludo”.

- ¿Hay algún actor o actriz que te hayan marcado?

- En el cine, Dustin Hoffman. Ahora, la primera actriz en teatro a quien admiré al punto de sentarme en la butaca en primera fila y decir: “Yo quiero ser como ella”, fue Pilar Romero. Era mi sueño. Yo iba siguiéndole los pasos. En televisión, era Doris (Wells). Me encantaba, hasta que hicimos una película (“La casa de agua”). Con Pilar, aunque he intervenido en obras escritas por ella, me gustaría trabajar en teatro juntas.

Para Elba, la televisión es una consecuencia para los actores de teatro. Asegura que al no existir talleres para actores profesionales, estos ven en la TV una forma de entrenarse constantemente.

- Al igual que un bailarín se ejercita con coreografías o un pianista practica las notas musicales, el instrumento del actor son sus sentimientos y debe ejercitarlos a diario. Para él, la TV cumple esa función.

- Pero se dice que muchos agarran mañas y vicios…
- Te estoy hablando de los actores de teatro. Los vicios y las mañas los agarran quienes no tienen formación teatral.

- En televisión, hubo un tiempo en que estabas encasillada.

-...Pero ahora no. Fíjate que en Emperatriz hice un papel que no había hecho nunca. Ya eso pasó —Hace un mohín y sonríe—, parece que ya se han dado cuenta…

-También hubo un momento cuando hablar de cine venezolano era hablar de Elba Escobar. Estabas en casi todas las películas: Homicidio Culposo, Macho y Hembra, De mujer a mujer, Coctel de camarones, Anita Camacho, La casa de agua…

- Es que cuando hice todas esas películas que nombras no tenía 10 o 15 guiones en la gaveta. A mí me habría encantado, pero eso era lo que me traían. Terminaba uno y llegaba otro.

- ¿Quieres continuar haciendo cine venezolano?

- El cine venezolano ya no existe. Ahora existen las coproducciones. Fíjate que sí quisiera seguir en cine. Sin embargo, seleccionaré con más cuidado mis papeles, porque estoy en la posición de poderlo hacer. En estos momentos tengo un guión que me encanta y así hubiese otros 10, me habría quedado con ese. Se llama Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené. El rodaje comenzará en enero y cuenta la historia de un joven perseguido que pide protección a dos hermanas religiosas, en un país donde existe una situación de totalitarismo, un régimen dictatorial. Yo seré una religiosa y la otra la hará Verónica Oddó.

- ¿Qué otros planes tienes?

- En televisión, para Marte TV, comenzaré en octubre a grabar una novela en coproducción con España. Continuaré presentando el monólogo cuya próxima función será en Ciudad Guayana. Además, estoy ensayando una sátira sobre la corrupción, titulada Pequeño negocio de familia, con el grupo Theja.

- ¿Nunca has estado atada a alguna compañía teatral en particular?

- No, yo amo mi condición de free-lance.

- ¿Algo más entre manos?

- Próximamente se pondrá en escena la obra Oficina No.1, de Miguel Otero Silva; de nuevo representaré a Carmen Rosa Villena. Este papel ha sido el que más me ha gustado, pues yo anhelaba un personaje que ella sola se pareciese a todas las mujeres venezolanas. En Oficina No. 1, el texto teatral de Larry Herrera supera a la novela y ello me tiene muy entusiasmada.

El momento de la despedida ha llegado. Un breve apretón de manos, con la invitación amable: “No dejes de ver la obra”. Y la vimos. Descubrimos a una Elba Escobar transformándose sutilmente de niña a mujer, para mantener deleitado al público con su presencia. Luego Elba, transformada en gotas, nadaría en un mar de aplausos ante un público de pie, con una sonrisa en los labios.

Para terminar, la imagen promocional que de Elba Escobar tomara el fotógrafo David Maris para la radioemisora Onda, en la cual ella tiene un programa diario:

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