viernes, 25 de febrero de 2022

Alicia Plaza nunca ha sido una mosquita muerta

 
              Fuente: @aliciaplazaoficial  en Instagram             
Para quienes seguimos su  trayectoria profesional, Alicia Plaza es una referencia en la televisión y el cine de nuestro país durante la década de los 80 y 90. Su impresionante mirada de ojos verdes y su amplia sonrisa iluminó la portada de las principales revistas de farándula y periódicos nacionales, siempre con aires de niña sexy e ingenua. Durante más de cuatro décadas ha sido una presencia constante en la vida de los venezolanos a través de telenovelas, obras teatrales y películas que la han mantenido vigente. 

El año pasado fue noticia por su estado de salud. Una fuerte caída durante su permanencia en la hacienda La Concepción reveló una artrosis de cadera avanzada que requirió de una intervención quirúrgica para la cual no estaba preparada, ni económica ni emocionalmente. Las redes se inundaron de solicitudes de apoyo para la querida actriz. Aunque el pronóstico de los médicos no daba muchas esperanzas para caminar, el resultado fue otro. 

Alicia lista para ingresar al quirófano para su operación
de cadera. Fuente: @amandagutierrezpadron
¿Cómo enfrentó Alicia Plaza tal incertidumbre? 

La verdad fue muy desagradable, pero Dios escribe derecho en líneas torcidas. Una vez en la clínica, al revisar la placa, detectaron que había una artrosis profunda y severa. Se tomó la decisión de preparar todo para una operación de sustitución de cadera; es decir, la colocación de una prótesis completa de cadera izquierda. Eso se hizo de manera exitosa el 14 de julio de 2021 y ya no tengo dolor; tengo una Ferrari, como la llamo yo, y me siento completamente normal y feliz.

Nunca se ha alejado del ojo público: maneja sus redes sociales, se mantiene activa, ya sea como cantante, actriz, docente, motivadora… ¿Cuál es la clave para seguir en la palestra en medio de la actual crisis?

El tema de las redes sociales ha sido interesante, porque yo me había negado un poco a entrar en esa vorágine. Me he ido poco a poco adaptando y de verdad que es muy sabroso recibir el feedback del público, ver cómo crece día a día.

Me hace muy feliz saber que puedo ayudar a los demás, que se sientan motivados. Cuando mi operación de cadera, incentivé a mucha gente a tomar la decisión de operarse también, porque al salir el dolor de tu vida vuelves a nacer. Yo salí del dolor y mi vida cambió completamente. Así que el uso de las redes sociales está orientado básicamente a eso; soy una docente natural y, además, por vocación.

Carlos Andrés Pérez saluda con efusividad
a Frances Grant, en el medio Gonzalo Plaza.
Fuente: Fotourbana.org
Para pocos es sabido que su abuelo Juan Bautista Plaza fue un reconocido músico; su abuela paterna era la pianista Adela “Nolita” Pieterz; su abuelo materno, Terzo Tariffi, fue uno de los dos latinistas oficiales del Vaticano, en la Italia de la Pre Guerra, quien luego emigró a Venezuela. A eso le añadimos que su padre, Gonzalo Plaza, fue un reconocido político, cuyas cualidades personales y delicada formación le distinguieron como un auténtico caballero. Podría compartir con nosotros cómo fue crecer en ese ambiente y cómo se compaginó con su posterior trayectoria artística.

Sí, vengo de una familia muy culta, de valores muy altos, de un gran estándar dentro de la vida  musical, literaria, artística, bohemia; llena de escritores, pintores, cantantes. Realmente de ambas familias tengo un bombardeo maravilloso de vida cultural. Para serle  completamente franca, ha sido difícil compaginar eso con la vida del actor,  con el medio de la farándula. Lastimosamente nuestra profesión es la más difícil y más comprometida porque no tiene ningún instrumento externo a él. El actor se basa en su propio instrumento, el cual es él mismo. Eso lo hace único, sin embargo, es la menos apreciada y respetada de todas  las áreas artísticas, a mi parecer. 

El medio artístico está negado por todo el tema de la farándula, del chisme, de los escándalos, etc., lo cual lo hace bajar un poco de categoría, de nivel. Eso fue un choque para mí y he tenido que lidiar con eso durante 44 años de carrera. Así que sí, ha sido complicado nadar en aguas desconocidas para mí porque mi padre, por ejemplo, oía la Quinta Sinfonía de Bethoven, a las siete de la noche, con dos cornetas gigantes en la sala. Crecí oyendo música clásica, leyendo, viajé por todo el mundo, conocí todos los museos, es decir que vine de una familia culta, de valores y principios muy altos. 

Cuando era niña, ¿tenía aspiraciones de entrar al mundo del espectáculo? ¿Cómo se imaginaba? Sus familiares han referido que desde chiquita le gustaba jugar al teatro y llevar la batuta en todos  los juegos…

Yo soy artista de nacimiento, una artista escénica, es lo único que sé hacer. Me conecto con la energía creadora cuando canto, cuando bailo, cuando doy clases, cuando expreso de forma histriónica todo mi volcán de expresión artística. Desde niña así lo manifesté y en el colegio mis padres, mis familiares, mis amigos, vieron esta ovejita negra, este patito raro. Siempre fui la rara por ser diferente y fíjese que resultó que no era pecado, como dice el chiste. 

Abandonó los estudios de Psicología para ingresar al teatro. También contó con una formación truncada en la Universidad de Los Andes en Arte Dramático y en Artes Escénicas en la Universidad Central de Venezuela. ¿Esos estudios fueron posteriores a su entrada en el mundo artístico?

Algunos son anteriores, otros posteriores. Yo tenía una necesidad inmensa de estudiar arte dramático y de ser artista, pero todavía no entendía de qué se trataba esa energía creadora que tenía en el centro de mi pecho. Mi padre me inscribió en la Universidad de Los Andes para estudiar Geografía, porque le dije que eso era lo que creía que quería estudiar, sin tener idea de que la Geografía tenía que ver con el estudio de los mapas y la geografía nacional. Creía que tenía que ver con la naturaleza, como Biología o algo así, pues siempre he sido muy amante de la naturaleza, aparte de ser artista. Sin embargo, aproveché y estudié Arte Dramático allá.

Después, cuando empecé a trabajar a los 21 años, yo que he sido una psicóloga nata, —no frustrada porque no me gusta decir esa palabra, soy más bien una psicóloga natural—, comencé Psicopedagogía y no la pude terminar. Siempre estaba haciendo novelas, películas u obras de teatro. Por eso nunca pude concluir ningún estudio universitario formal, porque estuve trabajando ininterrumpidamente, gracias a Dios, todos esos años, y la verdad es que no me permitió concluir ninguna carrera. Empecé Psicopedagogía, Psicología, Educación Preescolar… Arte en la Universidad Central de Venezuela y tampoco, pero nunca es tarde, nunca es tarde… Esa es una materia que tengo por ahí pendiente. 

Su inicio formal en el teatro data de 1978. El anecdotario señala que debutó en una pieza del chileno Alejandro Jodorowsky, en la que había quedado vacante un papel que sería interpretado por Tatiana Capote, quien en ese momento ingresó al certamen Miss Venezuela...

Sí, eso es absolutamente cierto. Yo le debo mi carrera a Tatiana Capote porque Osmel Souza la descubre y se la lleva. Ella estaba ensayando la obra El juego que todos jugamos, de Alejandro Jodorowski, en 1978, y quedó ese puesto vacante. En ese momento yo estaba bailando, pues lo único que quería en la vida era cantar y bailar. Sabía que existía la profesión de actriz pero no me llamaba la atención para nada. Una amiga me dijo: “Tienes que ir, tienes que ir, tú eres una actriz, tú no te has dado cuenta”; así que fui y quedé en el casting

Mi papá no quería que actuara, estaba muy asustado con el medio artístico y un día lo invité a los ensayos. Él se sentó al lado de José Ignacio Cabrujas y le preguntó si de verdad yo tenía talento, si podía servir para ser actriz. José Ignacio le respondió que yo había nacido para actuar como el tiburón había nacido para matar, que me dejara tranquila que yo era una actriz y una artista nata. Mi papá fue y compró el libro My Life (Mi Vida), autobiografía de la actriz sueca Ingrid Bergman, mamá de Isabella Rossellini. Llegó y me dijo: “Levante la mano derecha, hija mía”. Levanté la mano derecha, él me puso el libro en la mano y me dijo —con voz ceremoniosa—: “Si vas a ser actriz, que seas la mejor. Dios te bendiga, tienes la aprobación de tu padre”. Imagínate, se me hace un nudo en la garganta, porque eso para mí fue un antes y un después.

En ese instante, Alicia reflexiona con respecto a lo que ha significado ser actriz para su carrera: “Yo soy una bailarina y una cantante nata, la actuación llegó por añadidura y se convierte en este momento en una opción para hacer musicales, por ejemplo, porque yo canto, bailo, actúo. Me ha dado ese valor agregado para ser una artista mucho más completa”.

¿Qué ocurrió después de ese prometedor debut?

“Mi primer trabajo actoral fue El Juego que todos jugamos en la sala Juana Sujo en junio de 1978. Fue mi primera participación en cualquier evento artístico de tipo actoral. Pero mi primera participación en televisión fue en El Ángel Rebelde, no Rosángela como siempre se dice, esa fue la segunda porque Venevisión “me roba” de Radio Caracas”. Su risa franca inunda el hilo telefónico al recordar y compartir los sucesos acaecidos en ese momento. “Yo arranco en 1979 con El Ángel Rebelde y mi primer trabajo fue con Mayra Alejandra y Miguel Ángel Landa. Allí hacía de pareja de Víctor Cuica interpretando una española que se llamaba María de los Ángeles. Esa fue mi primera participación en un dramático en la televisión venezolana. Pero una vez que termina la novela, los ejecutivos de Venevisión se comunican conmigo, me duplican el sueldo y me ofrecen el rol de Rosita en Rosángela”.

José Bardina e Irán Eory, pareja protagonista de Rosángela.
Rosita era la hija de Irán Eory y José Bardina en ese dramático. Fue una telenovela fallida desde el punto de vista de audiencia, pero su participación recibió buenos comentarios. ¿Cómo era la televisión en ese momento, qué sintió debutar al lado de unas figuras tan reconocidas como Eory y Bardina?

Sin duda trabajar con José Bardina, con Irán Eory, con Omar Omaña… fue una época maravillosa para mí 
y la recuerdo con mucho cariño; de hecho, José Bardina fue como mi protector y mi maestro, yo le debo mucho a José Bardina lo que es hoy en día mi método como profesora de artes escénicas. De él aprendí muchísimo. Estaba también Zoé Ducós, una maestra en la actuación a la que yo disfruté mucho. Qué le puedo decir, estaba en un elenco magnífico de primeros actores venezolanos y yo tuve el privilegio de entrar en Venevisión por la puerta grande. 

Ese mismo año obtiene su primer papel en El Rebaño de los Ángeles, una película muy recordada de Román Chalbaud. Es decir que entra al medio artístico con presencia en teatro, cine y televisión. Además, recibe premios por su interpretación en esa cinta. ¿Qué recuerdos tiene de esos tiempos?

                Alicia como Sonia en El Rebaño de los Ángeles            
(Chalbaud, 1978)
Fue así, yo entré por la puerta grande. Cuando Pilar Romero me vio en El Rebaño de los Ángeles (ambas compartían escena en la película, una en el rol de una profesora en un liceo de una zona marginal y la otra como una locuaz estudiante), le gusta mi actuación y ella, que estaba preparando el libreto de El Ángel Rebelde, me escribió un papel. Ese mismo año me gané varios premios por la película El Rebaño, entre ellos la Mejor Actriz Debutante. El diálogo que yo tengo en el salón de clases con la profesora Pilar Romero está incluido en uno de los exámenes orales de la prueba de locución en Venezuela. Yo me enteré por Amanda Gutiérrez y quedé con la boca abierta, me dijo: “Alicia, una de las pruebas orales para sacarme el título de locutora fue una escena tuya de El Rebaño de los Ángeles”. Eso me llena de satisfacción, pensar que un trabajo en el cual participé trascienda.

Luego de Venevisión, regresa a RCTV en varias producciones dramáticas: María de los Ángeles (1980), Panchito y Arturo (1981), Maite (1981); Luz Marina (1981)… 

Después de Rosángela, hice varios unitarios en Venevisión y me regreso a RCTV, pues ellos me contratan nuevamente. Fueron años de muchísima euforia profesional, de mucho brillo, yo siempre estuve en la palestra, gracias a Dios. Fue maravilloso porque me permitió ser la actriz que soy hoy en día y tener el piso, las bases profesionales necesarias. 

Quiero detenerme un momento en 1981. En ese año usted participa en Maite, en un rol de contrafigura como la exesposa de Orlando Urdaneta. Fanny es un papel bastante complejo, una molestia permanente para el protagonista. De repente, cuando decide cambiar, muere trágicamente con su hija. Recuerdo claramente esa escena cuando usted va en el carro reflexionando cómo va brindar lo mejor a su hija y de repente…¡Paf!, se queda dormida y choca contra un camión. En lo personal, pensé cuánto había mejorado en su actuación, la credibilidad que había logrado dar al personaje. ¿Cómo vio esa experiencia?

Maite significó para mí un gran paso para convertirme en la actriz dramática que soy hoy en día. Siempre me dieron papeles muy comprometidos emocionalmente, que yo no estaba preparada como niña, por mi edad, pero tenía esa madurez emocional que me permitía entrompar esos personajes y darle todo el brillo, la locura y la entrega que les di, así que Maite significó para mí algo impactante.    

Alicia y Víctor Cámara.
Al año siguiente logra su primera protagonización en Mosquita Muerta. Recientemente defendía en las redes esta telenovela, la cual a su juicio no consideraba como un fracaso. La recuerdo como una historia inusual, con un personaje muy manipulador, del cual a mi juicio usted captó en su esencia. Tuvo una corta duración y al final ella ni siquiera tenía un castigo por sus desmanes. Se encontraba en un momento desesperado, creo que en un supermercado, cuando un hombre le ofrecía ayuda. Fin. Cuénteme cómo Pilar Romero le ofrece ese papel y cómo sintió esa experiencia de esa protagonista tan fuera de lo común.

Lo de Mosquita Muerta fue muy raro, porque Radio Caracas me da ese rol protagónico y yo estaba feliz. Sin embargo, cuando veo era una antiprotagonista, una antigalana: ¡la protagonista era la mala! Fue la primera telenovela en la que el canal de Bárcenas se atrevió a romper con el esquema de la protagonista ordinaria y ortodoxa, la de la lloradera y del sufrimiento, esa a la que todo el mundo le hace las maldades y ella al final queda con el protagonista. Esta era todo lo contrario: tenía como cuatro novios, los primeros actores de esos momentos y además le hacía maldades a todo el mundo. 

A mí, francamente le voy a confesar, me impactó mucho y lo hice lo más comprometida que pude, pero ese proyecto estaba destinado al fracaso, porque nadie quiere ver una protagonista mala. Entonces no fue mi actuación lo que hizo que no tuviera éxito, por eso la defiendo. Fue romper el esquema al público, que vivía y moría con esas historias, que viene además de Delia Fiallo, de Corín Tellado, de todo esa visión de la novela rosa donde la protagonista sufre y llora, del mismo esquema de Disney —la pobre Cenicienta, la pobre Blancanieves—; todos son sufrimientos horrorosos para ellas hasta que por fin llega alguien y las salva. Radio Caracas decidió hacer una cosa totalmente diferente y me puso a mí. Entonces yo decía: “Encima de que nunca he protagonizado, me van a poner a hacer de mala”

No fue tan agradable que la cortaran, pero realmente yo sabía que eso no iba a llegar a ninguna parte porque no tenía ni pies ni cabeza; al público le gustó mi trabajo, porque me dicen: “te recuerdo por Mosquita Muerta, qué gran actuación”. Sí, qué gran actuación, pero si me ponen en un contexto diferente, como una contrafigura, Mosquita Muerta la habría metido de jonrón, como en verdad lo metí, pero la cortaron y claro, queda como un fracaso en mi carrera. Yo no lo considero un fracaso, para nada.

Usted afirmó: “No veo una generación de relevo, con verdaderos maestros como los que yo tuve y que me formaron tan bien”. ¿Quiénes fueron sus maestros, a quienes considera como referencia para su formación y desarrollo actoral?

Mis maestros fueron, sin duda alguna, Daniel Farías, Juan Carlos Gené, José Ignacio Cabrujas, Enrique Porte, el director Juan Lamata y todos mis compañeros; de cada uno fui absorbiendo muchas cosas mientras trabajaba con ellos. No soy de las formadas por Amalia Pérez Díaz, porque nunca se acercó a mí ni para ayudarme ni como coaching. En los dramáticos que pude hacer con ella, siempre fue muy distante y cuando abrieron la escuela, ya yo estaba como de salida; la verdad no tuve mucho vínculo con doña Amalia. Igual pasó con Doris Wells, a quien admiré como actriz, pero no se acercó nunca. Hice una novela con ella que se llamó Qué pasó con Jacqueline y ella más bien era distante.  

Alicia Plaza, sirena de aguas turbias. Fuente: revista Venezuela Gráfica.

Estamos en la década de los 80. Cada semana aparece en las publicaciones de farándula, generalmente en imágenes sugerentes y se corona como una “Lolita”, uno de los símbolos sexuales de la época, junto a otras “bombas sexy” —así las llamaban— como Tatiana Capote, Marisela Buitrago, Fedra López, Cristina Reyes, entre una horda de otras actrices de la televisión venezolana. ¿Por qué escoger ese camino? ¿Estrategia publicitaria, declaración de principios transgresores, una manera de llamar la atención? 

Pues le confieso que haber sido un símbolo sexual en los 80 y en los 90 no fue algo premeditado. Me tocó porque siempre fui muy transgresora y muy libre. El Nacional me bautizó l’enfant terrible de Venezuela y sí, es verdad, estaba siempre en la palestra, tenía mucho centimetraje de prensa; de hecho era una de las que más centimetraje tenía en el medio farandulero venezolano. 


No lo escogí yo, me fueron guiando los medios impresos, entre ellos los pertenecientes al Bloque De Armas y a la Cadena Capriles; ellos son responsables de eso, porque me hacían las entrevistas, las fotografías, me fueron entubando y yo me iba dejando porque me parecía chévere. Fui criada en Inglaterra, estudié afuera, siempre fui una niña de mundo, con una familia muy culta y a mí no me parecía malo hacer fotos sexy ni nada de eso. Resulta que en una Caracas hipócrita, doble cara, como era nuestra sociedad y lo ha sido toda la vida, en los años 80 también se daban golpes de pecho y todo era una hipocresía. Pero es que un país del tercer mundo tiene que pasar por eso para poder madurar. Me tocó a mí estar en el medio de ese Tsunami

Yo iba como en la punta, rompiendo esquemas, como un salmón contra la corriente, junto con María Conchita Alonso, Haidée Balza y después Mimí Lazo. Íbamos todas como rompiendo esquemas, diciendo algo como: “No, espérate, el camino es por aquí y no tiene nada de malo”. Ser así se paga caro, pero también da muchas satisfacciones, porque queda uno como un ícono. Sé que he dejado una impronta y he quedado un poco en la memoria colectiva de los venezolanos, eso tiene su precio. Es interesante saber que es así y aceptarlo, pero no fue a propósito ni ninguna estrategia publicitaria. 

              La eterna transgresora.                         
       Foto: Carlos Marques 
           
Yo iba como una Lolita, completamente ignorante del poder sexual que tenía. Eso fue lo que me salvó de no haber sido devorada por los lobos, porque caminé un poco por encima de toda esa perversión y me salvé por la inocencia, pero era una Lolita, tal cual una Marilyn Monroe. Una vez el director de teatro Pedro López paró un ensayo y me dijo: “Ya entendí qué es lo que ha pasado contigo, Alicia. Tú eres una Betty Boop atrapada en el cuerpo de una Marilyn Monroe”. Esa imagen resume, a mi juicio, lo que es y lo que ha sido Alicia Plaza en Venezuela como figura pública. 

Una vez afirmó en una entrevista: “Durante la década de los ochenta y parte de los noventa hice mucho cine, por alguna razón fueron casi todas películas fuertes y atrevidas en las que yo además fui fuerte y atrevida. Así lo decidí y así fue”. Sugerencia suya fue la escena bastante osada para la época en El Atentado junto a Gustavo Rodríguez, que de paso había hecho de su padre en Adiós, Miami. ¿Cómo enfrenta la controversia una actriz como usted, con una familia tan tradicional y reconocida?


Sí, en la película
El Atentado soy la responsable del primer orgasmo en el cine nacional; es mi autoría porque de hecho yo le sugiero a (el director) Thaelman Urgelles hacer una escena así. Leí en el guion que había una escena de amor entre Gustavo Rodríguez y yo. Le digo al director: “Thaelman, esto es aburridísimo, la misma escena, el cigarrito, la cobijita. Además, siempre el hombre montado sobre la mujer…”. Así se presentaba el sexo en las películas de la época y él me dice: “¿Qué sugieres tú?”. Yo tenía como 24 años, así que le respondo: “Vamos a hacer una cosa, Thaelman, yo me monto sobre Gustavo Rodríguez, cabalgo sobre él, le hago el amor y después tengo un orgasmo”. Aquello era una locura mía, de esas que después de que las digo me arrepiento, porque soy como una niña grande. La cara de Gustavo y Thaelman… ellos no podían creer que yo estaba sugiriendo semejante cosa en los años 80. Entonces, el director se me quedó mirando y me dijo: “Pues yo te voy a decir una cosa, Alicia, te compro esa idea, me encanta”. En el momento que él me dijo que le gustaba la idea todo el mundo se alborotó: la directora, el de Fotografía, el productor, Gustavo con la boca abierta. Entonces yo le dije: “No, no, mejor no”. Pero él me respondió: “No, Alicia, me encanta esa idea”. Puso tres cámaras en contrapicado, al frente y a la izquierda. Cuando tengo el orgasmo, yo caigo sobre Gustavo y me agarra la cámara frontal en contrapicado; luego una cámara a la izquierda y una cámara atrás… ¡Se me ve todo el cuerpo desnudo, impresionante! 


Fue un escándalo a nivel nacional. De hecho, el diario
El Nacional hizo una encuesta en el suplemento Séptimo Día, donde pusieron a opinar al público, porque la gente decía que Gustavo y yo habíamos hecho el amor “de verdad”. Ellos hicieron una encuesta sobre quiénes opinaban que era real y luego ellos van a echar el cuento. Nosotros tuvimos que decir que era mentira, que éramos actores… fue impresionante la veracidad que tuvo esa escena. Y luego, mi papá se hizo el mudo. Después de que me regaló el libro de Ingrid Bergman nunca me criticó, solo que este trabajo no le gustó, digo yo, porque no me felicitó ni me fue a ver ni nada. Mi amado hermano mayor me dijo que yo había mancillado el apellido Plaza, se ofendió, pero después con los años, madurando, me dijo: “Ay Alicia, soy un tonto, tú eres una actriz de primera línea y todo lo que hiciste fue muy original”. Pero es que todo el mundo también me criticó, aunque siempre fui p’adelante. De verdad, fui muy fuerte y valiente a la vez porque me puse esas gríngolas, con la certeza de que estaba haciendo lo correcto, lo que una artista tiene que hacer, que es crear y ser libre. Soy una mujer libre por esencia, no soy esclava de nada, ni siquiera de mí misma. Imagínate lo libre que soy: libre por dentro y por fuera.   

Debo reconocerle una gran capacidad de asimilar las crisis y enfrentarlas de manera positiva. Para mí, es una guerrera. En los 80 usted, Elba Escobar y Manolo Manolo capean el temporal de las consecuencias del Viernes Negro con El Show del Bolero, el cual tuvo un éxito impresionante y todavía es recordado. Cuando las fuentes de trabajo mermaron y el cierre de RCTV se produjo, usted se marcha a Estados Unidos y logra trabajar muchísimo en televisión y teatro. Luego regresa y en medio de esta fuerte crisis, se radica en Nueva Esparta, y emprende una nueva faceta como docente, promotora de talentos y algo novedoso, se convierte en motivadora. Cuénteme acerca de esos cambios que ha debido asumir. 

Soy una resiliente natural. Los cambios que he tenido que enfrentar, yo misma los he promovido o procurado: la intensidad de los años 80, con esos cambios tremendos y enfrentarme a toda una sociedad señalándome con el dedo y a la vez  enamorándose de mí, es una cosa loca. Después todo lo que ocurrió con El Show del Bolero fue fantástico, porque gracias a Pilar Romero, que tuvo esa visión, nosotros no colapsamos.

Alicia se refiere a las consecuencias que produjo en los canales de televisión venezolanos la eliminación de contratos de exclusividad y la disminución de proyectos dramáticos por el impacto económico de la devaluación del bolívar frente al dólar, así como a las restricciones en la venta de divisas. Las fuentes de trabajo empezaron a reducirse, los pagos eran menores y por proyectos. Muchos actores se vieron, de repente, en una precaria condición económica personal.

“De manera inesperada nos quedamos sin trabajo y El Show del Bolero nos permitió tener esa entrada extra que necesitábamos, además de ser conocidos como cantantes”.

Alicia Plaza y y Lorena Rojas en el set de Pecados
Ajenos
. Fuente: Getty Images
Luego, en 2005, en plena crisis de los medios televisivos, yo me marcho del país. Vendí todo: mi casa, mis carros. Me reduzco a siete maletas y a mis dos hijos, de 9 y 11 años, realmente pequeños. Llegué a Estados Unidos con un capital bastante modesto y para vivir allí hay que tener muchísimo dinero. Tuve el apoyo de mi familia, muy rápidamente Venevisión Productions me dio trabajo. Luego tuve esa fuerza para entrar a Telemundo; me lo puse entre ceja y ceja y lo logré, un papel protagonista junta a Lorena Rojas, que en paz descanse. Además logré mucho éxito con ese papel, tuve tres propagandas internas en la novela y ninguna de las otras actrices venezolanas alcanzó esa maravilla. Sé que tuve mucho éxito porque veo lo que pasó después, la proyección de mi carrera internacional. Sí soy una mujer de cambios, una resiliente natural, porque esa es la vida.  

¿Por qué se regresa de Estados Unidos, si había obtenido ese éxito tan importante?

             Alicia junto a sus hijos pequeños. Fuente: Instagram         
Regresé porque el padre de mis hijos, Eduardo Parisca, que en paz descanse, no quería que los muchachos pasaran la adolescencia en Estados Unidos. Él prefirió que esa etapa tan importante la vivieran acá en nuestro país y yo le hice caso, dejé todo atrás. Sin embargo, cuando llegué a Caracas, me di cuenta de que la ciudad no tenía nada para mí, no representaba nada. En 2008 la encontré muy de capa caída, sin nada de trabajo para mí. Era algo horrible. Mi hermana mayor estaba viviendo en Margarita y me dijo que me fuera allá: “Yo te consigo casa y colegio”. De inmediato me mudé a la isla con mis dos hijos y en verdad me fue muy bien. Me volví docente y motivadora. La verdad fueron 10 años maravillosos, pero que ya también terminaron. Ahora estoy en Caracas muy contenta. 

Hace varios años, en el programa En íntimo, con María Elena Lavaud, a propósito de sus 35 años de trayectoria artística, aseguró que su sueño era ir a Broadway… ¿Se mantiene vigente?

Fuente: @aliciaplazaoficial en Instagram
Sí, mi siguiente paso artístico si Dios me lo permite —y sé que me lo va a permitir, porque ahora tengo cadera nueva y voy a lograrlo— es ir primero a Madrid, después a Broadway. Esta es una de las grandes capitales del mundo cuyo teatro musical está muy en boga y en la punta de lanza, junto con Londres y Nueva York. Mis hijos viven en Barcelona (España) y para mí va a ser una maravilla poder estar cerca de ellos. Es una meta a mediano y largo plazo, lo estoy tomando con calma para prepararme bien en el salto. Sé que estoy perfectamente capacitada, porque para eso me he estado preparando durante 44 años.

De las diferentes facetas profesionales desarrolladas, ¿con cuál se identifica más: cantante, actriz, docente, promotora, motivadora?

No podría decirle que una cosa me gusta más que otra, pero sí le puedo confesar que cuando yo canto y bailo me conecto con la energía divina de Dios. Cuando actúo, emerge esa transgresora, loca, divina, que saca sus emociones, su carácter, su impulso. La actriz me permite drenar y trabajar personajes, pero es más comprometido para mí, más difícil; es el rol que más me cuesta de todos, porque es el que vino después. A mí todo me gusta, pero cuando bailo, canto, doy clases, soy motivadora, es cuando encuentro la sincronía con Dios, es cuando yo me conecto con Dios en forma directa, así que yo diría que soy una artista, soy una artista escénica completa.

¿Cómo se siente en este momento como mujer, madre y profesional?

Como madre me siento un poco triste porque acaba de emigrar mi hijo varón y pues, nada, ahora estoy solita en Venezuela. La idea es estar cerca de ellos en un tiempo no muy largo. Como profesional, me encuentro un poco confundida con esta situación. Me hace falta trabajar, tener pautas de trabajo, estar activa. Soy un animal de trabajo, definitivamente una workaholic. Como profesora, estoy feliz porque voy a reiniciar mis clases, voy a estar haciendo mucho trabajo como docente este 2022, Dios mediante.  

¿Qué quisiera compartir con los nuevos talentos artísticos que están emergiendo en este momento en un país como el nuestro, con fuentes de trabajo casi nulas?

Les diría que opten siempre por la excelencia, que lean, que se cultiven, que vayan a museos, que observen a la gente, que vean la naturaleza, que escriban, que practiquen, que canten… Lo que les guste hacer, que lo hagan. Que estudien, que no sean diletantes y mediocres, que se formen, pero que sobre todas las cosas, apunten a la excelencia, a ser ciudadanos de primera, porque por alguna razón nos estamos convirtiendo en ciudadanos de segunda y de tercera. Así que yo diría que ese es el súmmum de mi formación: convertir a un pollito mojado en un cisne blanco, convertir a una personita salvaje en alguien cultivado y en un ciudadano de primera.  

¿Cuál es su mensaje como motivadora a nuestros lectores?

Lo mejor está por venir, suelta y confía. Cada vez que sientas que el mundo se derrumba a tu alrededor, piensa que siempre hay alguien que la está pasando peor que tú. Respira, suelta y confía. 





jueves, 30 de diciembre de 2021

Viola Wills en Maracaibo y otros brollos de camino

En 1981, Viola Wills visitó Maracaibo para ofrecer dos conciertos en el legendario Pub Club. Eran los últimos coletazos de la música disco y la recordada cantante de éxitos como Si pudieras leer mi mente y Me voy a quedar sola sin ti emocionó a un selecto auditorio conformado por más de 400 personas en la capital zuliana.

El diario Panorama (08/03/1081, p.30) reseñaba el clamoroso éxito en su primera presentación de la delgada y “hasta un poco desgarbada” intérprete afroamericana, a quien calificó como una artista en toda la extensión de la palabra. “Aparte de su calidad individual, cada uno de sus músicos tiene un arte que demostrar y ello queda en evidencia cuando ella les permite actuar por sí solos, contagiando el ambiente de una magnitud artística,  como pocas veces hemos tenido aquí en Maracaibo”.

La presentación, pautada para una hora y cinco minutos, se extendió por 25 minutos más, pues el público de pie no la dejaba ir y, según el medio informativo, ovacionó a la estrella como hacía tiempo no se veía en estos predios. En cuatro oportunidades los asistentes pidieron que regresara a la tarima e incluso cuando ya habían desconectado los micrófonos, a los gritos de “otra, otra, otra”, Wills regresó al escenario para complacer a la audiencia. Una tercera presentación fue concertada esa misma noche y el 8 de marzo, la voz de Viola volvió a brillar en el Club Alianza.

Otra que triunfaba en 1981 era María Conchita Alonso. Panorama se hacía eco de su éxito en Europa, donde bajo el nombre artístico de Ámbar había vendido 200 mil copias del disco en inglés The Witch, con canciones de Rudy La Scala. Para el 27 y 28 de marzo se anunciaban entonces sus presentaciones en Maracaibo y Cabimas, respectivamente.

Para María Conchita, fue un año de consolidación de éxitos en RCTV, con su participación en la serie Angelito, junto a Raúl Amundaray y la estrella infantil Amílcar Rivero, así como su protagonización de dos telenovelas junto al galán zuliano Jean Carlo Simancas: Marielena y Luz Marina. Había ya dado los primeros pasos para su proyección internacional en Hollywood, pues había emigrado a Los Ángeles para interpretar pequeños papeles en series de televisión. Pocos creían en ella —si no lo había logrado Lupita Ferrer con el apoyo de Hall Bartlet, consideraban que era cuestión de tiempo su regreso sin gloria—. Ella, terca como era, se encargó con el tiempo de demostrar que podía lograr una sólida carrera en el cine y la televisión norteamericanos.

La juvenil Arelys daba un vuelco a su carrera e iniciaba sus primeras giras con una revista musical al estilo de Lila y Mirla Castellanos. Contaba para ello con una banda y coreografías de la conocida Gudelia Castillo. Su debut en esta nueva faceta fue en el espacio de variedades La Gran Revista por Venezolana de Televisión y tenía programadas presentaciones en el interior del país donde, en sus propias palabras, usaba atuendos “muy interesantes, muy sexy todos y los números también sin caer en lo grotesco. En cada actuación hago cuatro cambios de topa. Todas las piezas son nuevas y de otro estilo, incluyendo en ocasiones solamente un popurrí con aquellos hits de siempre, todo en español”.

Una noticia insólita se colaba en medios periodísticos, al conocerse el implante de cabello realizado al actor Raúl Amundaray, quien por temor a quedarse calvo invirtió en este tratamiento la cantidad de 16 mil bolívares.

La rápida revisión de la cartelera cinematográfica local y regional ofrecía no pocas sorpresas en marzo de 1981. En el Teatro Cabimas, continuaba el éxito de la temporada, La Laguna Azul, con Brooke Shields y Christopher Atkins, mientras el cine La Fuente proyectaba en función continua El Implacable, con Steve McQueen. En Ciudad Ojeda, Olivia Newton John y Gene Kelly revivían con poco éxito los musicales con Xanadú, mientras que el Cine Teatro Canaima se decantaba por las artes marciales con Jackie Chan en La Gran Pelea y en función de medianoche, con estricta censura para mayores de 21 años, ofrecía Tentaciones Prohibidas.Llama la atención que todas eran producciones de 1980 que se encontraban ya de salida en ese momento.

No obstante, en la capital zuliana, acontecía un muy peculiar revival de viejas cintas extranjeras. Así, eran rescatadas de un merecido olvido dos películas españolas: La vida sigue igual (1969), con Julio Iglesias, en el Cine Centro Las Lomas; y Una mujer de Cabaret (1974), con Carmen Sevilla, la recientemente fallecida Ágata Lys y Armando Calvo, en el Cine Metro, el cual también proyectaba la producción colombo-mexicana María (1972), con Taryn Power, fallecida en 2020 y Fernando Allende. Se anunciaba la argentina Fuego (1969), una de las producciones que contribuyó a la creación del símbolo sexual sureño Isabel Sarli junto a su marido, Armando Bo. El Gran Escape (1963), con Steve McQueen, James Garner y Charles Bronson, tenía lugar en el Cine Landia, mientras se esperiaba con gran expectativa una regular producción de terror setentera: El Anticristo (1974), con Mel Ferrer y Arthur Kennedy.

Los matinées se habían convertido en el reino casi absoluto de la productora Disney: Contacto en Londres (1979), en el cine Las Tejas, era la más reciente de este lote de películas, seguido por Cupido motorizado enamorado (1977) en el cine Lido. Bambi (1942) en el Roxy; y la eterna Blanca Nieves y los siete enanitos (1937) en Valle Claro, ratificaban que los clásicos permanecían incólumes en el gusto infantil. Excepción en la taquilla: La colina de Trinity (1969), con Bud Spencer y Terence Hill, en el Varillal; y Los Beatles (1979), un drama musical de poco renombre dirigido por Richard Marquand, en el París. 

Los estrenos estelares iban liderados por Flash Gordon (1980), de Dino de Laurentis,  con Sam J. Jones, Max Von Sydow y Ornella Mutt. Musicalizada con banda sonora de Queen, era proyectada en uno de los mejores cines de la época, el Costa Verde. Sin embargo, las otras producciones no dejaban de ser decepcionantes: una mala película de artes marciales como Octagon (1980), con Chuck Norris y Lee Van Cleef, en el Plaza y el San Felipe; Monstruos del Abismo (1980), película de terror que de tan mala, se convertía en cómica, en el Lido; Corre, Corre, Corre (1979), una insulsa película con Gabe Kaplan, en Valle Claro; y Glenda Jackson y George Segal en Yo mando, tú obedeces (1979), comedia romántica de poca repercusión que quiso beneficiarse del éxito de Un toque de distinción (1973), con la misma pareja, en el Roxy.

Se anunciaban los estrenos de Terror en la noche de graduación (1980), una mediocre película de terror con Leslie Nielsen y Jamie Lee Curtis; pero también del clásico de culto de Brian de Palma, Vestida para matar (1980), con Michael Caine, Angie Dickinson, Keith Gordon, Nancy Allen y Franz Dennis; y la insuperable Gloria (1980), de John Casavettes, con la imprescindible Gena Rowlands.

Sé que la pregunta les quema la punta de la lengua: ¿Qué pasaba en el muy conocido pero poco comentado circuito porno marabino? Muy poco, a decir verdad: la italiana El mundo porno de dos hermanas (1979) en función continuada en el Cine Urdaneta; La consentida (Malibú High, 1979), producción de soft porno con una hoy desconocida Stuart Taylor, en el Uairén; y Amores Prohibidos, de la cual desconozco mayores datos, en el cine Ávila.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Marilyn Monroe, un sueño cumplido

¿Cristina o Marilyn? Foto: José Olivares (Venevisión)
¿Cristina o Marilyn? Foto: José González 
(Venevisión)

Uno de los mitos cinematográficos más perdurables del siglo pasado es Marilyn Monroe. Desde su inesperada muerte, en agosto de 1962, la llamada Diosa rubia del Amor se ha convertido en un ícono de estilo y moda.  Por ello, no es de extrañar que muchas actrices sueñen con encarnarla, sea en el cine, la televisión, el teatro e incluso hasta en la radio.

A mediados de los años 80, Cristina Reyes no era la excepción. Para entonces se hablaba de realizar un musical sobre la vida del símbolo sexual de los años 50 y Cristina recibió la propuesta para representarla. 

Entusiasmada con tan exigente reto, se preparó concienzudamente. “Para ello, me había visto todas sus películas y leído varios libros sobre su vida. Ya casi la sentía dentro de mí”, recuerda la actriz venezolana, desde su residencia actual en Las Palmas de Gran Canarias. “Aprendí su forma de caminar, de sonreír, de mirar, tanto cuando estaba lúcida como ebria. Un amigo me decía siempre que Marilyn y yo teníamos muchas cosas en común, pero lo que más le recordaba en mí a esa actriz era mi cuerpo de mujer con esa ingenua actitud que volvía loco a los hombres”

Cristina Reyes, símbolo sexual de la televisión 
venezolana en los años 80.
El musical, sin embargo, nunca se concretó y el sueño de convertirse en Marilyn pareció desvanecerse. En esa época, Cristina Reyes era una figura del espectáculo en alza, con una trayectoria respetable como modelo publicitaria y papeles cada vez más relevantes en telenovelas de Venevisión, como
La Heredera, La Bruja, Nacho y Virginia. En esta última, transmitida en 1984, asumía un rol de contrafigura, junto a Alba Roversi y Miguel Ángel Landa. Inesperadamente, el traslado de su entonces esposo a un centro de investigación en Alemania significó la disyuntiva entre quedarse para no interrumpir su carrera o acompañarlo. 

Fuente: revista Variedades, 1984
C
onfrontada entre permanecer en Venezuela o irse, Cristina decidió acompañar a su marido a Europa. Sin embargo, se le ocurrió aprovechar todo lo aprendido sobre el personaje de la Monroe y le propuso a Amador Bendayán, a quien consideraba un gran amigo y señor, su deseo de hacer una despedida de la televisión venezolana  “a lo Marilyn”, en un homenaje musical con ella como la diosa cinematográfica. Al llamado Gigante de los Sábados le encantó la idea, la cual se propuso ante los productores del maratónico Sábado Sensacional y fue aceptada. 

A partir de allí, comenzó un arduo trabajo para concretar la propuesta y montar el espectáculo. Joaquín Riviera  pidió a la reconocida coreógrafa Anita Vivas y su cuerpo de baile recrear toda la fantasía. Los ensayos se realizaron en la academia Rita's Models, la cual representaba a Cristina como modelo en pautas publicitarias, que no fueron pocas, como lo asegura ella misma.

El reto de la caracterización le fue encargado a la jefa de maquillaje de Venevisión, Luisa Marcano, quien durante más de tres horas trabajó para lograr que el maquillaje y el peinado asemejaran lo más posible a Cristina a la llamada Diosa del Amor. La revista Variedades recogería esa transformación en un reportaje especial publicado casi simultáneamente con la presentación del espectáculo, con fotografías de José González.

Fuente: revista Variedades, 1984
El día del show, Cristina se lució con una recreación impecable. Inició con el tema Good bye, Norma Jean (Candle in the wind), de Elton John, homenaje en español en su voz, cuya traducción y adaptación estuvo a cargo del arreglista Isaías Urbina. Luego, haría playback de Los diamantes son los mejores amigos de la mujer, en voz de Marilyn, para finalizar con su propia voz y la escena del famoso vestidito blanco al viento en las calles de Manhattan. 




Algunas imágenes del show televisivo (Fuente: Cristina Reyes)

"Fue un momento muy emotivo, pues yo amaba mi profesión pero en aquel momento creí más conveniente acompañar a mi marido”, cuenta Cristina, tres décadas después. “Recuerdo la carita de Amador entregándome un gran ramo de flores —era tan amoroso—, y diciéndome aquí está tu casa para cuando quieras volver...”.

Marilyn Monroe 
Para Cristina, Marilyn Monroe indudablemente marcó un hito en la historia del cine. “Luego muchas imitaron su estilo pero, como ella, ninguna. De tonta no tenía un pelo, ya que su terrible infancia la enseñó la parte más dura de la vida. Supo aprovechar su momento, pero no así manejar su fama, como le sucede a muchos. La soledad, a veces, te come. Le oí decir a George Michael una vez ‘no es fácil estar rodeados de miles de fans, oyéndoles decir que te aman, que te idolatran, y cuando llegas a tu hotel de cinco estrellas estás solo, contigo...y nada más’”

El retiro televisivo de Cristina, sin embargo, no resultó tan prolongado como imaginaba. Un año más tarde volvía al canal de La Colina, donde se mantuvo hasta su salida de Venezuela en 1997 para residenciarse en Gran Canarias. Allí, divorciada y alejada del mundo del espectáculo, Cristina tuvo la oportunidad de volver a ser Marilyn por un rato. Presentaba una gala Drag del carnaval de Maspalomas y pudo caracterizarla nuevamente, con el vestido rosa y su gran lazo. “No recuerdo exactamente el año. Sería quizá en el 2000. Luego hice varios programas como presentadora, alguna obra de teatro más, pero desde el 2003 estoy fuera del medio”, precisa la rubia actriz.

Foto: Jesús Bosch Roca
- Estoy trabajando en turismo, como guía en aeropuerto y excursiones, ya que es el mercado más fuerte en las Islas Canarias. Pero con esto de la pandemia, estamos la gran mayoría en ERTE (abreviación de Expediente de Regulación Temporal de Empleo, el cual es un procedimiento en la legislación española mediante el cual las empresas que confrontan esta situación excepcional buscan autorización para despedir trabajadores, suspender contratos de trabajo o reducir jornadas de manera temporal a fin de garantizar la continuidad de la compañía). A ver si el año que viene se arregla todo y podemos comenzar de nuevo. 

Para Cristina, los tiempos trabajados en la televisión venezolana fueron inolvidables y tiene su vida llena de buenos recuerdos. “Mi tierra siempre será Venezuela, aunque no dejo de estar muy agradecida a las Islas Canarias, que me han acogido, me han dado mucho y también son un paraíso para vivir”

Carolina Perpetuo, Fabiola
Colmenares y Sonya Smith
en El Poliedro
Pero el sueño de convertirse en Marilyn Monroe no fue único de esta actriz y se ha concretado para otras artistas nacionales. Por ejemplo, en la gala de apertura del Miss Venezuela 1997 (haz click aquí para ver el show), unas platinadas Viviana Gibelli, Natalia Streignard, Sonya Smith, Fabiola Colmenares, Chiquinquirá Delgado, Nina Sicilia, Carolina Perpetuo y Gabriela Spanic, vistieron vestidos rojos e impactaron en El Poliedro, interpretando a la rubia más recordada del cine.



Elaiza Gil en El Tinte de la fama.
En 2008, Elaiza Gil interpretó a Magaly, una joven que participa en un concurso de televisión que busca a la “Marilyn Monroe” del nuevo milenio y ofrece un premio de 25 mil dólares en la película El tinte de la fama. En la cinta de Alejandro Bellame Palacios también actuaron Alberto Alifa, Miguel Ferrari y Mirtha Borges.

Mimí Lazo
En el medio radial, Mimí Lazo, quien desde los años 80 ha proclamado su deseo de interpretar a Marilyn, logró recrearla en 2011 a través de su voz en la bioserie  Nieblas en las sombras, escrita por Yanko Durán, bajo la producción y dirección de Alberto Cimino. Transmitida en cuatro episodios de 15 minutos cada uno, en ella intervinieron Luis Fernández, Aura Rivas, Emma Rabe, Amílcar Rivero, Gabriel Fernández y Carlos Cruz.

La más reciente concreción del sueño Marilyn le correspondió a la talentosa Alexandra Braun, quien logró encarnarla en 2018 en Mi encuentro con Monroe, una pieza teatral escrita, producida y protagonizada por la propia Braun, la cual recibió muy buenas críticas. 

Alexandra Braun
La obra, en cuatro actos, estaba basada en la última entrevista realizada por el periodista Richard Merryman (Germán Anzola), en  la cual se descubren sin orden cronológico aspectos íntimos de la vida de Marilyn Monroe (Alexandra Braun), como la relación con su ama de llaves Eunice Murray (Carolina Leandro), su amistad y sociedad con el fotógrafo Milton Greene (Adrián Delgado), su romance con Frank Sinatra,  la terrible enfermedad mental que padecía y la relación con su hermana, desconocida por muchos, hasta después de su muerte. 




jueves, 19 de marzo de 2020

El pardo y la marquesa en tiempos de independencia

Ángel Acosta y Amanda Gutiérrez. Foto cortesía
Ángel Acosta.
Mucho antes de que Venezolana de Televisión (VTV), el canal del Estado venezolano, se transformara en eco propagandístico de las ideas “revolucionarias” del mal llamado Socialismo del Siglo XXI, hubo un periodo en que su señal difundió interesantes propuestas dramáticas que lamentablemente hoy parecen estar en el olvido.

Ya desde finales de la década de los 70, VTV venía desarrollando consistentemente una programación que incluía teleteatros, unitarios, miniseries y telenovelas que entraron a competir con las dueñas absolutas de la limitada parrilla televisiva de la época: Radio Caracas Televisión y Venevisión. Ambas plantas habían convertido la pelea por el rating en un terreno casi privado, pues de allí dependían sus ingresos por patrocinios publicitarios. Durante mucho tiempo esta dupla se turnaba el favoritismo de los televidentes, a juzgar por los numeritos que manejaban las agencias de publicidad.

VTV, la cenicienta de los canales venezolanos, no había combatido con las mismas armas, puesto que su carácter estatal le impedía incorporar comerciales en su programación, algo que cambió durante el régimen de Luis Herrera Campins. Ello le abrió posibilidades de no depender exclusivamente del financiamiento estatal. Lejos de lo que se pensaría, VTV mantuvo su carácter cultural y si bien incorporó algunas películas taquilleras y series televisivas de impacto en otros países (por ejemplo, Rambo, Moonlighting, entre otras), en el ámbito de los dramáticos fue bastante conservadora.

Amanda, reina de VTV durante la década
de los 80. Fuente: diario 2001 /
archivo José Marcano
En primer lugar, continuó con la grabación de versiones de clásicos de la literatura universal y nacional, ya fuese en telenovelas de corta duración como Fortunata y Jacinta; Ana Isabel, una niña decente; Marianela; Orgullo y Prejuicio; Los Habitantes; Ifigenia; La Casa de los Ábila; El Hombre de Hierro; Doña Perfecta; La Fruta Amarga, entre muchas otras;  o en teleteatros como La Dama de las Camelias y El prisionero de Zenda. Cuando de producciones originales se trató, apeló a historias no convencionales, tal como La mujer sin rostro, La Dueña, La Elegida, Catatumbo, Cenicienta, El Mundo de Berta, La Iluminada, Las Marquesitas, El pecado de una madre o La Sultana. La incursión en la recreación de hechos históricos dio como fruto producciones como Páez, el centauro de los llanos, con Rebeca González y Gustavo Rodríguez; Bolívar, de Betty Kaplán, con Mariano Alvarez; y 1810, realizada en 1981.

Precisamente, esta última fue una producción transmitida en el espacio Grandes Miniseries los jueves y viernes, a las 8:00 pm. El estreno de esta producción fue el jueves 2 de julio de 1981 (1), con una duración de 10 capítulos.

El trío protagonista: Ángel, Amanda y Héctor. Foto cortesía Ángel Acosta.
La trama narraba la historia de un exseminarista, perteneciente a la clase de los pardos, hijo de un isleño y de una negra, enamorado de una marquesa caraqueña de noble linaje. La relación era imposible para la época en que vivían, por lo cual debía permanecer oculta ante una sociedad tan clasista. Debemos recordar que los pardos, aunque gozaban de ciertos privilegios, no podían fijarse, enamorarse y mucho menos contraer matrimonio con algún miembro de la "nobleza" criolla.

En ese escenario despuntan los ideales por lograr la independencia de España y dejar de ser una colonia hispana. Ya para entonces estas ideas revolucionarias bullían en la mente de muchos caraqueños y el amor entre el pardo y la noble va transcurriendo en medio de esa época tan violenta.

Foto cortesía Ángel Acosta.
1810 deviene en fecha crucial para los movimientos independentistas en el continente americano. Es en Caracas donde se da el primer Grito de Independencia, precisamente un 19 de abril de ese año, cuando el General Vicente Emparan ve cuestionada su autoridad en nombre de la corona española.

La miniserie trató de unir los detalles del gran espectáculo y el movimiento de masas, a una cuidadosa reconstrucción histórica dentro de un marco dramático. La historia original correspondió a Salvador Garmendia y su adaptación para la TV estuvo a cargo de Iván González. La dirección fue encomendada al siempre eficaz Ibrahim Guerra bajo la producción de Valentina Párraga.

En un descanso de la grabación.
Foto cortesía Ángel Acosta.
La pareja estuvo interpretada por Ángel Acosta y Amanda Gutiérrez, correspondiendo al experimentado actor Héctor Mayerston completar el trío protagónico. Como correspondía a esa etapa del canal de Estado, lleno de grandes figuras de la interpretación injustamente relegadas por los canales privados, figuraban dentro del elenco las primeras actrices María Luisa Lamata, Teresa Selma, Mirtha Borges y Estélita Echezábal, acompañadas por los primeros actores Orángel Delfín, Juan Iturbide, José Poveda, Freddy Salazar, José Rubens y León José Silva. Completaban el cuadro interpretativo Yanki Pérez, Jenny Núñez, Chera Ramos, Julio Bernal, Alberto Galíndez, Antonio Briceño, Manuel Calzado, Arturo Maitín, José María García, Norberto Seijas, César Castillo López y Rafael Gómez.

Foto cortesía Ángel Acosta.
Vale la pena mencionar la participación de tres intérpretes que luego alcanzarían mayor proyección en la televisión nacional: se trata de Carlota Sosa, quien venía consolidando su carrera desde su debut en Cenicienta, junto a Elluz Peraza y Carlos Piñar; Henry Galué, luego avieso villano y contrafigura en telenovelas en Venevisión; y Flavio Caballero, una promesa en ciernes, quien lograría alcanzar la protagonización en RCTV a través de las telenovelas El Desprecio y Amanda Sabater, junto a Mary Carmen Regueiro.

1810 recibió buenos comentarios de la crítica, si bien no obtuvo la audiencia que realmente merecía. Desconocemos si todavía existen copias disponibles de dicha producción, tal como La Dueña e Ifigenia, pero valdría la pena revisitarla para recordar por un lado una recreación de nuestra historia hecha con esmero y por otro, reiterar que para hacer buena televisión lo único necesario es contar con la disposición y los recursos necesarios. El talento unido siempre da como fruto una obra duradera.

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(1) Panorama, 02/07/1981, p.30