jueves, 19 de marzo de 2020

El pardo y la marquesa en tiempos de independencia

Ángel Acosta y Amanda Gutiérrez. Foto cortesía
Ángel Acosta.
Mucho antes de que Venezolana de Televisión (VTV), el canal del Estado venezolano, se transformara en eco propagandístico de las ideas “revolucionarias” del mal llamado Socialismo del Siglo XXI, hubo un periodo en que su señal difundió interesantes propuestas dramáticas que lamentablemente hoy parecen estar en el olvido.

Ya desde finales de la década de los 70, VTV venía desarrollando consistentemente una programación que incluía teleteatros, unitarios, miniseries y telenovelas que entraron a competir con las dueñas absolutas de la limitada parrilla televisiva de la época: Radio Caracas Televisión y Venevisión. Ambas plantas habían convertido la pelea por el rating en un terreno casi privado, pues de allí dependían sus ingresos por patrocinios publicitarios. Durante mucho tiempo esta dupla se turnaba el favoritismo de los televidentes, a juzgar por los numeritos que manejaban las agencias de publicidad.

VTV, la cenicienta de los canales venezolanos, no había combatido con las mismas armas, puesto que su carácter estatal le impedía incorporar comerciales en su programación, algo que cambió durante el régimen de Luis Herrera Campins. Ello le abrió posibilidades de no depender exclusivamente del financiamiento estatal. Lejos de lo que se pensaría, VTV mantuvo su carácter cultural y si bien incorporó algunas películas taquilleras y series televisivas de impacto en otros países (por ejemplo, Rambo, Moonlighting, entre otras), en el ámbito de los dramáticos fue bastante conservadora.

Amanda, reina de VTV durante la década
de los 80. Fuente: diario 2001 /
archivo José Marcano
En primer lugar, continuó con la grabación de versiones de clásicos de la literatura universal y nacional, ya fuese en telenovelas de corta duración como Fortunata y Jacinta; Ana Isabel, una niña decente; Marianela; Orgullo y Prejuicio; Los Habitantes; Ifigenia; La Casa de los Ábila; El Hombre de Hierro; Doña Perfecta; La Fruta Amarga, entre muchas otras;  o en teleteatros como La Dama de las Camelias y El prisionero de Zenda. Cuando de producciones originales se trató, apeló a historias no convencionales, tal como La mujer sin rostro, La Dueña, La Elegida, Catatumbo, Cenicienta, El Mundo de Berta, La Iluminada, Las Marquesitas, El pecado de una madre o La Sultana. La incursión en la recreación de hechos históricos dio como fruto producciones como Páez, el centauro de los llanos, con Rebeca González y Gustavo Rodríguez; Bolívar, de Betty Kaplán, con Mariano Alvarez; y 1810, realizada en 1981.

Precisamente, esta última fue una producción transmitida en el espacio Grandes Miniseries los jueves y viernes, a las 8:00 pm. El estreno de esta producción fue el jueves 2 de julio de 1981 (1), con una duración de 10 capítulos.

El trío protagonista: Ángel, Amanda y Héctor. Foto cortesía Ángel Acosta.
La trama narraba la historia de un exseminarista, perteneciente a la clase de los pardos, hijo de un isleño y de una negra, enamorado de una marquesa caraqueña de noble linaje. La relación era imposible para la época en que vivían, por lo cual debía permanecer oculta ante una sociedad tan clasista. Debemos recordar que los pardos, aunque gozaban de ciertos privilegios, no podían fijarse, enamorarse y mucho menos contraer matrimonio con algún miembro de la "nobleza" criolla.

En ese escenario despuntan los ideales por lograr la independencia de España y dejar de ser una colonia hispana. Ya para entonces estas ideas revolucionarias bullían en la mente de muchos caraqueños y el amor entre el pardo y la noble va transcurriendo en medio de esa época tan violenta.

Foto cortesía Ángel Acosta.
1810 deviene en fecha crucial para los movimientos independentistas en el continente americano. Es en Caracas donde se da el primer Grito de Independencia, precisamente un 19 de abril de ese año, cuando el General Vicente Emparan ve cuestionada su autoridad en nombre de la corona española.

La miniserie trató de unir los detalles del gran espectáculo y el movimiento de masas, a una cuidadosa reconstrucción histórica dentro de un marco dramático. La historia original correspondió a Salvador Garmendia y su adaptación para la TV estuvo a cargo de Iván González. La dirección fue encomendada al siempre eficaz Ibrahim Guerra bajo la producción de Valentina Párraga.

En un descanso de la grabación.
Foto cortesía Ángel Acosta.
La pareja estuvo interpretada por Ángel Acosta y Amanda Gutiérrez, correspondiendo al experimentado actor Héctor Mayerston completar el trío protagónico. Como correspondía a esa etapa del canal de Estado, lleno de grandes figuras de la interpretación injustamente relegadas por los canales privados, figuraban dentro del elenco las primeras actrices María Luisa Lamata, Teresa Selma, Mirtha Borges y Estélita Echezábal, acompañadas por los primeros actores Orángel Delfín, Juan Iturbide, José Poveda, Freddy Salazar, José Rubens y León José Silva. Completaban el cuadro interpretativo Yanki Pérez, Jenny Núñez, Chera Ramos, Julio Bernal, Alberto Galíndez, Antonio Briceño, Manuel Calzado, Arturo Maitín, José María García, Norberto Seijas, César Castillo López y Rafael Gómez.

Foto cortesía Ángel Acosta.
Vale la pena mencionar la participación de tres intérpretes que luego alcanzarían mayor proyección en la televisión nacional: se trata de Carlota Sosa, quien venía consolidando su carrera desde su debut en Cenicienta, junto a Elluz Peraza y Carlos Piñar; Henry Galué, luego avieso villano y contrafigura en telenovelas en Venevisión; y Flavio Caballero, una promesa en ciernes, quien lograría alcanzar la protagonización en RCTV a través de las telenovelas El Desprecio y Amanda Sabater, junto a Mary Carmen Regueiro.

1810 recibió buenos comentarios de la crítica, si bien no obtuvo la audiencia que realmente merecía. Desconocemos si todavía existen copias disponibles de dicha producción, tal como La Dueña e Ifigenia, pero valdría la pena revisitarla para recordar por un lado una recreación de nuestra historia hecha con esmero y por otro, reiterar que para hacer buena televisión lo único necesario es contar con la disposición y los recursos necesarios. El talento unido siempre da como fruto una obra duradera.

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(1) Panorama, 02/07/1981, p.30