Alguien me comentó una vez que lo mejor de Cabimas es la salida hacia Maracaibo. Cabimas, una ciudad petróleo. Un mechurrio encendido día y noche. San Benito en enero, con tambores y sudor de multitudes. Calor, mucho calor. Cabimas es el olvido que, paradójicamente, ésta allí como recuerdo permanente de lo que pudo ser y no es.
¿Qué es ser artista,
preguntas,
en esta ciudad perdida?
Es nada
sólo un eco
que débil se escucha
entre las aguas negras
y las calles abiertas
llenas de huecos
como esta alma mía.
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