“Oh, sí”, me informó Miss Collier. “Tiene algo. Es una hermosa niña. No lo digo por lo obvio, tal vez demasiado obvio. No es una actriz, en absoluto, en el sentido tradicional. Lo que ella tiene, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia deslumbrante, nunca podría salir a relucir en el escenario. Es algo tan frágil, tan sutil, que sólo la cámara puede captarlo. Es como un colibrí en vuelo: sólo la cámara puede congelar su poesía. Pero quien piense que la chica es otra Harlow, o una puta, está loco."
Una hermosa niña, Música para Camaleones, Truman Capote.
El mundo la recuerda como Marilyn Monroe, la actriz y símbolo sexual de los años 50, pero en realidad su nombre era Norma Jean Mortenson, nacida en Los Angeles (USA) el 1 de junio de 1926. Si el destino no hubiese establecido lo contrario, estaría celebrando 90 años de edad, pero su existencia mortal se cortó aquella fatídica madrugada del 5 de agosto de 1962, cuando falleció por una sobredosis de barbitúricos a los 36 años. A partir de allí nació la "doctrina Monroe" que la eleva en los altares de la mitología fílmica como uno de los íconos más sugestivos y permanentes legados por la cinematografía hollywoodense del siglo XX.
Precisamente, por ser el nonagésimo aniversario de su nacimiento, hoy la recordamos como era, antes de la cabellera platinada, de la mirada entornada y de los labios rabiosamente rojos. Mucho antes de su presencia cinematográfica, esa que la actriz June Collier calificara como "algo tan frágil, tan sutil, que sólo la cámara puede captarlo".
A Norma Jean Mortenson (o Norma Jean Baker), a la hija de Gladys Baker, le dedicamos esta entrada, recordando el diálogo final reproducido por Truman Capote en su relato "Una hermosa niña", incluido en el libro "Música para Camaleones" (1979):
M: Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era, en realidad, Marilyn Monroe, ¿cómo contestarías esa pregunta? (Su tono era juguetón, burlón, sin embargo sincero al mismo tiempo: quería una respuesta honesta): Apuesto a que dirías que era una palurda.
TC: Por supuesto, pero también les diría...
(Ya se iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de los gritos de las gaviotas y preguntarle: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida?”)
TC: Yo diría...
M: No te oigo.
TC: Diría que eres una hermosa niña.
Gladys Baker y Norma Jean en la playa de Santa Mónica (1926) |
Las imágenes fueron tomadas de las páginas fanpop, oocities.org, Life y The Huffington Post.
Muchas gracias. Me ha parecido dignificante para la persona...harta de la imagen de estrella y el icono.
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