Mi primera novia se llamó Pierina España. Claro, ella nunca se enteró de ese amor adolescente, ni tenía por qué hacerlo. Ella era una actriz de televisión que en los años 70 empezaba a desarrollar su carrera histriónica, en papeles de contrafigura junto a José Luis Rodríguez, en La hija de Juana Crespo (1977), como una madrastra de muy buen ver; o en aquella osada escena de cama, antológica para los patrones de la televisión local, junto al entonces joven político Leonardo Montiel Ortega, ex senador de la República, en el primer capítulo de la telenovela TV Confidencial (1977). En esos tiempos no andaba yo preocupándome ciertamente de los entresijos del melodrama televisivo, pero sí me entusiasmaba ver a esa belleza venezolana con raíces europeas que tan bien encarnaba el mito de que los caballeros las preferimos rubias.
Pierina aún no se prodigaba como figura de primera magnitud en la pequeña pantalla, pero las revistas de farándula ya daban cuenta de su atractivo. Tendría que esperar hasta abril de 1979, cuando RCTV la tuviera de protagonista en la teleserie escrita por Julio César Mármol, Sangre Azul. Allí encarnaría a una especie de Scarlet O´hara criolla que persigue a José Luis Rodríguez en plena Guerra Federal. Le acompañaban Carmen Julia Álvarez y Jean Carlo Simancas, un compañero recurrente de reparto en otras producciones como Sonia, Tormento o Silvia Rivas, divorciada.
Más allá de elogiar la excelente versión de una novela de época, recuerdo mi entusiasmo cuando fueron publicadas las fotografías tomadas por Fernando Carrizales para la revista Venezuela Farándula (13/06/1979), que la mostraban en picaresca ropa interior del siglo XIX. Nunca se le vio tan bella, ni siquiera en Estefanía, su consagración como máxima estrella dramática de RCTV de finales de los 70, acompañada nuevamente por José Luis Rodríguez, aparentemente una pareja que le garantizaba el éxito.
Iniciados los 80 y sin previo aviso, luego de la novela Muñequita y la miniserie Mi hijo Gabriel, Pierina se retiró para iniciar una feliz vida de casada junto al banquero Alfredo Gómez Ruíz, lejos de los reflectores y el ajetreo propio de las estrellas televisivas.
En enero de 2010, Pierina concedió lo que es hasta la fecha su última entrevista a un medio impreso. Le correspondió al colega Néstor Luis Llabanero conversar con ella para un reportaje de la revista dominical Estampas, del diario El Universal. Allí reiteraría que había abandonado la televisión por amor y que durante esas dos décadas de ausencia había disfrutado de una feliz vida de pareja, lamentablemente truncada por la muerte de su cónyuge. Las fotografías demostraban que aún se conservaba bella, como en sus mejores días de protagonista.
"Yo no busco regresar", confesaría al periodista, "pero si de repente me presentas un proyecto que me haga así, plin (une sus dedos y los suena) y que sea algo de verdad acorde con mi persona, con mi edad, donde no me exponga al ridículo, yo lo pienso. Lo que no quiero definitivamente es hacer televisión".
¿Por qué?
"Porque la televisión no va a pagarme lo que yo quiero".
¿No sería un momento para reclamar la dignidad que tú le otorgas al oficio de las actrices?
"No lo sé. Todo en mí es que me dé un pálpito, porque yo no voy a echar a perder mi trabajo de Estefanía por cualquier propuesta. Sería estúpido e irresponsable de mi parte hacerlo. Uno no puede desilusionarse ni desilusionar a la gente que tiene un amor por el trabajo que uno hizo".
Mientras tanto, no nos queda si no recordarla con esa nostalgia por los amores perdidos, esos que de tanta inocencia nos inducen a una sonrisa.
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