Fuente: @aliciaplazaoficial en Instagram |
El año pasado fue noticia por su estado de salud. Una fuerte caída durante su permanencia en la hacienda La Concepción reveló una artrosis de cadera avanzada que requirió de una intervención quirúrgica para la cual no estaba preparada, ni económica ni emocionalmente. Las redes se inundaron de solicitudes de apoyo para la querida actriz. Aunque el pronóstico de los médicos no daba muchas esperanzas para caminar, el resultado fue otro.
Alicia lista para ingresar al quirófano para su operación de cadera. Fuente: @amandagutierrezpadron |
La verdad fue muy desagradable, pero Dios escribe derecho en líneas torcidas. Una vez en la clínica, al revisar la placa, detectaron que había una artrosis profunda y severa. Se tomó la decisión de preparar todo para una operación de sustitución de cadera; es decir, la colocación de una prótesis completa de cadera izquierda. Eso se hizo de manera exitosa el 14 de julio de 2021 y ya no tengo dolor; tengo una Ferrari, como la llamo yo, y me siento completamente normal y feliz.
Nunca se ha alejado del ojo público: maneja sus redes sociales, se mantiene activa, ya sea como cantante, actriz, docente, motivadora… ¿Cuál es la clave para seguir en la palestra en medio de la actual crisis?
El tema de las redes sociales ha sido interesante, porque yo me había negado un poco a entrar en esa vorágine. Me he ido poco a poco adaptando y de verdad que es muy sabroso recibir el feedback del público, ver cómo crece día a día.
Me hace muy feliz saber que puedo ayudar a los demás, que se sientan motivados. Cuando mi operación de cadera, incentivé a mucha gente a tomar la decisión de operarse también, porque al salir el dolor de tu vida vuelves a nacer. Yo salí del dolor y mi vida cambió completamente. Así que el uso de las redes sociales está orientado básicamente a eso; soy una docente natural y, además, por vocación.
Carlos Andrés Pérez saluda con efusividad a Frances Grant, en el medio Gonzalo Plaza. Fuente: Fotourbana.org |
Sí, vengo de una familia muy culta, de valores muy altos, de un gran estándar dentro de la vida musical, literaria, artística, bohemia; llena de escritores, pintores, cantantes. Realmente de ambas familias tengo un bombardeo maravilloso de vida cultural. Para serle completamente franca, ha sido difícil compaginar eso con la vida del actor, con el medio de la farándula. Lastimosamente nuestra profesión es la más difícil y más comprometida porque no tiene ningún instrumento externo a él. El actor se basa en su propio instrumento, el cual es él mismo. Eso lo hace único, sin embargo, es la menos apreciada y respetada de todas las áreas artísticas, a mi parecer.
El medio artístico está negado por todo el tema de la farándula, del chisme, de los escándalos, etc., lo cual lo hace bajar un poco de categoría, de nivel. Eso fue un choque para mí y he tenido que lidiar con eso durante 44 años de carrera. Así que sí, ha sido complicado nadar en aguas desconocidas para mí porque mi padre, por ejemplo, oía la Quinta Sinfonía de Bethoven, a las siete de la noche, con dos cornetas gigantes en la sala. Crecí oyendo música clásica, leyendo, viajé por todo el mundo, conocí todos los museos, es decir que vine de una familia culta, de valores y principios muy altos.
Cuando era niña, ¿tenía aspiraciones de entrar al mundo del espectáculo? ¿Cómo se imaginaba? Sus familiares han referido que desde chiquita le gustaba jugar al teatro y llevar la batuta en todos los juegos…
Yo soy artista de nacimiento, una artista escénica, es lo único que sé hacer. Me conecto con la energía creadora cuando canto, cuando bailo, cuando doy clases, cuando expreso de forma histriónica todo mi volcán de expresión artística. Desde niña así lo manifesté y en el colegio mis padres, mis familiares, mis amigos, vieron esta ovejita negra, este patito raro. Siempre fui la rara por ser diferente y fíjese que resultó que no era pecado, como dice el chiste.
Abandonó los estudios de Psicología para ingresar al teatro. También contó con una formación truncada en la Universidad de Los Andes en Arte Dramático y en Artes Escénicas en la Universidad Central de Venezuela. ¿Esos estudios fueron posteriores a su entrada en el mundo artístico?
Algunos son anteriores, otros posteriores. Yo tenía una necesidad inmensa de estudiar arte dramático y de ser artista, pero todavía no entendía de qué se trataba esa energía creadora que tenía en el centro de mi pecho. Mi padre me inscribió en la Universidad de Los Andes para estudiar Geografía, porque le dije que eso era lo que creía que quería estudiar, sin tener idea de que la Geografía tenía que ver con el estudio de los mapas y la geografía nacional. Creía que tenía que ver con la naturaleza, como Biología o algo así, pues siempre he sido muy amante de la naturaleza, aparte de ser artista. Sin embargo, aproveché y estudié Arte Dramático allá.
Después, cuando empecé a trabajar a los 21 años, yo que he sido una psicóloga nata, —no frustrada porque no me gusta decir esa palabra, soy más bien una psicóloga natural—, comencé Psicopedagogía y no la pude terminar. Siempre estaba haciendo novelas, películas u obras de teatro. Por eso nunca pude concluir ningún estudio universitario formal, porque estuve trabajando ininterrumpidamente, gracias a Dios, todos esos años, y la verdad es que no me permitió concluir ninguna carrera. Empecé Psicopedagogía, Psicología, Educación Preescolar… Arte en la Universidad Central de Venezuela y tampoco, pero nunca es tarde, nunca es tarde… Esa es una materia que tengo por ahí pendiente.
Su inicio formal en el teatro data de 1978. El anecdotario señala que debutó en una pieza del chileno Alejandro Jodorowsky, en la que había quedado vacante un papel que sería interpretado por Tatiana Capote, quien en ese momento ingresó al certamen Miss Venezuela...
Sí, eso es absolutamente cierto. Yo le debo mi carrera a Tatiana Capote porque Osmel Souza la descubre y se la lleva. Ella estaba ensayando la obra El juego que todos jugamos, de Alejandro Jodorowski, en 1978, y quedó ese puesto vacante. En ese momento yo estaba bailando, pues lo único que quería en la vida era cantar y bailar. Sabía que existía la profesión de actriz pero no me llamaba la atención para nada. Una amiga me dijo: “Tienes que ir, tienes que ir, tú eres una actriz, tú no te has dado cuenta”; así que fui y quedé en el casting.Mi papá no quería que actuara, estaba muy asustado con el medio artístico y un día lo invité a los ensayos. Él se sentó al lado de José Ignacio Cabrujas y le preguntó si de verdad yo tenía talento, si podía servir para ser actriz. José Ignacio le respondió que yo había nacido para actuar como el tiburón había nacido para matar, que me dejara tranquila que yo era una actriz y una artista nata. Mi papá fue y compró el libro My Life (Mi Vida), autobiografía de la actriz sueca Ingrid Bergman, mamá de Isabella Rossellini. Llegó y me dijo: “Levante la mano derecha, hija mía”. Levanté la mano derecha, él me puso el libro en la mano y me dijo —con voz ceremoniosa—: “Si vas a ser actriz, que seas la mejor. Dios te bendiga, tienes la aprobación de tu padre”. Imagínate, se me hace un nudo en la garganta, porque eso para mí fue un antes y un después.
En ese instante, Alicia reflexiona con respecto a lo que ha significado ser actriz para su carrera: “Yo soy una bailarina y una cantante nata, la actuación llegó por añadidura y se convierte en este momento en una opción para hacer musicales, por ejemplo, porque yo canto, bailo, actúo. Me ha dado ese valor agregado para ser una artista mucho más completa”.
¿Qué ocurrió después de ese prometedor debut?
“Mi primer trabajo actoral fue El Juego que todos jugamos en la sala Juana Sujo en junio de 1978. Fue mi primera participación en cualquier evento artístico de tipo actoral. Pero mi primera participación en televisión fue en El Ángel Rebelde, no Rosángela como siempre se dice, esa fue la segunda porque Venevisión “me roba” de Radio Caracas”. Su risa franca inunda el hilo telefónico al recordar y compartir los sucesos acaecidos en ese momento. “Yo arranco en 1979 con El Ángel Rebelde y mi primer trabajo fue con Mayra Alejandra y Miguel Ángel Landa. Allí hacía de pareja de Víctor Cuica interpretando una española que se llamaba María de los Ángeles. Esa fue mi primera participación en un dramático en la televisión venezolana. Pero una vez que termina la novela, los ejecutivos de Venevisión se comunican conmigo, me duplican el sueldo y me ofrecen el rol de Rosita en Rosángela”.
José Bardina e Irán Eory, pareja protagonista de Rosángela. |
Sin duda trabajar con José Bardina, con Irán Eory, con Omar Omaña… fue una época maravillosa para mí
y la recuerdo con mucho cariño; de hecho, José Bardina fue como mi protector y mi maestro, yo le debo mucho a José Bardina lo que es hoy en día mi método como profesora de artes escénicas. De él aprendí muchísimo. Estaba también Zoé Ducós, una maestra en la actuación a la que yo disfruté mucho. Qué le puedo decir, estaba en un elenco magnífico de primeros actores venezolanos y yo tuve el privilegio de entrar en Venevisión por la puerta grande.
Ese mismo año obtiene su primer papel en El Rebaño de los Ángeles, una película muy recordada de Román Chalbaud. Es decir que entra al medio artístico con presencia en teatro, cine y televisión. Además, recibe premios por su interpretación en esa cinta. ¿Qué recuerdos tiene de esos tiempos?
Alicia como Sonia en El Rebaño de los Ángeles (Chalbaud, 1978) |
Después de Rosángela, hice varios unitarios en Venevisión y me regreso a RCTV, pues ellos me contratan nuevamente. Fueron años de muchísima euforia profesional, de mucho brillo, yo siempre estuve en la palestra, gracias a Dios. Fue maravilloso porque me permitió ser la actriz que soy hoy en día y tener el piso, las bases profesionales necesarias.
Quiero detenerme un momento en 1981. En ese año usted participa en Maite, en un rol de contrafigura como la exesposa de Orlando Urdaneta. Fanny es un papel bastante complejo, una molestia permanente para el protagonista. De repente, cuando decide cambiar, muere trágicamente con su hija. Recuerdo claramente esa escena cuando usted va en el carro reflexionando cómo va brindar lo mejor a su hija y de repente…¡Paf!, se queda dormida y choca contra un camión. En lo personal, pensé cuánto había mejorado en su actuación, la credibilidad que había logrado dar al personaje. ¿Cómo vio esa experiencia?
Maite significó para mí un gran paso para convertirme en la actriz dramática que soy hoy en día. Siempre me dieron papeles muy comprometidos emocionalmente, que yo no estaba preparada como niña, por mi edad, pero tenía esa madurez emocional que me permitía entrompar esos personajes y darle todo el brillo, la locura y la entrega que les di, así que Maite significó para mí algo impactante.
Alicia y Víctor Cámara. |
Lo de Mosquita Muerta fue muy raro, porque Radio Caracas me da ese rol protagónico y yo estaba feliz. Sin embargo, cuando veo era una antiprotagonista, una antigalana: ¡la protagonista era la mala! Fue la primera telenovela en la que el canal de Bárcenas se atrevió a romper con el esquema de la protagonista ordinaria y ortodoxa, la de la lloradera y del sufrimiento, esa a la que todo el mundo le hace las maldades y ella al final queda con el protagonista. Esta era todo lo contrario: tenía como cuatro novios, los primeros actores de esos momentos y además le hacía maldades a todo el mundo.
A mí, francamente le voy a confesar, me impactó mucho y lo hice lo más comprometida que pude, pero ese proyecto estaba destinado al fracaso, porque nadie quiere ver una protagonista mala. Entonces no fue mi actuación lo que hizo que no tuviera éxito, por eso la defiendo. Fue romper el esquema al público, que vivía y moría con esas historias, que viene además de Delia Fiallo, de Corín Tellado, de todo esa visión de la novela rosa donde la protagonista sufre y llora, del mismo esquema de Disney —la pobre Cenicienta, la pobre Blancanieves—; todos son sufrimientos horrorosos para ellas hasta que por fin llega alguien y las salva. Radio Caracas decidió hacer una cosa totalmente diferente y me puso a mí. Entonces yo decía: “Encima de que nunca he protagonizado, me van a poner a hacer de mala”.
No fue tan agradable que la cortaran, pero realmente yo sabía que eso no iba a llegar a ninguna parte porque no tenía ni pies ni cabeza; al público le gustó mi trabajo, porque me dicen: “te recuerdo por Mosquita Muerta, qué gran actuación”. Sí, qué gran actuación, pero si me ponen en un contexto diferente, como una contrafigura, Mosquita Muerta la habría metido de jonrón, como en verdad lo metí, pero la cortaron y claro, queda como un fracaso en mi carrera. Yo no lo considero un fracaso, para nada.
Usted afirmó: “No veo una generación de relevo, con verdaderos maestros como los que yo tuve y que me formaron tan bien”. ¿Quiénes fueron sus maestros, a quienes considera como referencia para su formación y desarrollo actoral?
Mis maestros fueron, sin duda alguna, Daniel Farías, Juan Carlos Gené, José Ignacio Cabrujas, Enrique Porte, el director Juan Lamata y todos mis compañeros; de cada uno fui absorbiendo muchas cosas mientras trabajaba con ellos. No soy de las formadas por Amalia Pérez Díaz, porque nunca se acercó a mí ni para ayudarme ni como coaching. En los dramáticos que pude hacer con ella, siempre fue muy distante y cuando abrieron la escuela, ya yo estaba como de salida; la verdad no tuve mucho vínculo con doña Amalia. Igual pasó con Doris Wells, a quien admiré como actriz, pero no se acercó nunca. Hice una novela con ella que se llamó Qué pasó con Jacqueline y ella más bien era distante.
Alicia Plaza, sirena de aguas turbias. Fuente: revista Venezuela Gráfica. |
Estamos en la década de los 80. Cada semana aparece en las publicaciones de farándula, generalmente en imágenes sugerentes y se corona como una “Lolita”, uno de los símbolos sexuales de la época, junto a otras “bombas sexy” —así las llamaban— como Tatiana Capote, Marisela Buitrago, Fedra López, Cristina Reyes, entre una horda de otras actrices de la televisión venezolana. ¿Por qué escoger ese camino? ¿Estrategia publicitaria, declaración de principios transgresores, una manera de llamar la atención?
Pues le confieso que haber sido un símbolo sexual en los 80 y en los 90 no fue algo premeditado. Me tocó porque siempre fui muy transgresora y muy libre. El Nacional me bautizó l’enfant terrible de Venezuela y sí, es verdad, estaba siempre en la palestra, tenía mucho centimetraje de prensa; de hecho era una de las que más centimetraje tenía en el medio farandulero venezolano.
No lo escogí yo, me fueron guiando los medios impresos, entre ellos los pertenecientes al Bloque De Armas y a la Cadena Capriles; ellos son responsables de eso, porque me hacían las entrevistas, las fotografías, me fueron entubando y yo me iba dejando porque me parecía chévere. Fui criada en Inglaterra, estudié afuera, siempre fui una niña de mundo, con una familia muy culta y a mí no me parecía malo hacer fotos sexy ni nada de eso. Resulta que en una Caracas hipócrita, doble cara, como era nuestra sociedad y lo ha sido toda la vida, en los años 80 también se daban golpes de pecho y todo era una hipocresía. Pero es que un país del tercer mundo tiene que pasar por eso para poder madurar. Me tocó a mí estar en el medio de ese Tsunami.
Yo iba como en la punta, rompiendo esquemas, como un salmón contra la corriente, junto con María Conchita Alonso, Haidée Balza y después Mimí Lazo. Íbamos todas como rompiendo esquemas, diciendo algo como: “No, espérate, el camino es por aquí y no tiene nada de malo”. Ser así se paga caro, pero también da muchas satisfacciones, porque queda uno como un ícono. Sé que he dejado una impronta y he quedado un poco en la memoria colectiva de los venezolanos, eso tiene su precio. Es interesante saber que es así y aceptarlo, pero no fue a propósito ni ninguna estrategia publicitaria.
Yo iba como una Lolita, completamente ignorante del poder sexual que tenía. Eso fue lo que me salvó de no haber sido devorada por los lobos, porque caminé un poco por encima de toda esa perversión y me salvé por la inocencia, pero era una Lolita, tal cual una Marilyn Monroe. Una vez el director de teatro Pedro López paró un ensayo y me dijo: “Ya entendí qué es lo que ha pasado contigo, Alicia. Tú eres una Betty Boop atrapada en el cuerpo de una Marilyn Monroe”. Esa imagen resume, a mi juicio, lo que es y lo que ha sido Alicia Plaza en Venezuela como figura pública. La eterna transgresora.
Foto: Carlos Marques
Una vez afirmó en una entrevista: “Durante la década de los ochenta y parte de los noventa hice mucho cine, por alguna razón fueron casi todas películas fuertes y atrevidas en las que yo además fui fuerte y atrevida. Así lo decidí y así fue”. Sugerencia suya fue la escena bastante osada para la época en El Atentado junto a Gustavo Rodríguez, que de paso había hecho de su padre en Adiós, Miami. ¿Cómo enfrenta la controversia una actriz como usted, con una familia tan tradicional y reconocida?
Sí, en la película El Atentado soy la responsable del primer orgasmo en el cine nacional; es mi autoría porque de hecho yo le sugiero a (el director) Thaelman Urgelles hacer una escena así. Leí en el guion que había una escena de amor entre Gustavo Rodríguez y yo. Le digo al director: “Thaelman, esto es aburridísimo, la misma escena, el cigarrito, la cobijita. Además, siempre el hombre montado sobre la mujer…”. Así se presentaba el sexo en las películas de la época y él me dice: “¿Qué sugieres tú?”. Yo tenía como 24 años, así que le respondo: “Vamos a hacer una cosa, Thaelman, yo me monto sobre Gustavo Rodríguez, cabalgo sobre él, le hago el amor y después tengo un orgasmo”. Aquello era una locura mía, de esas que después de que las digo me arrepiento, porque soy como una niña grande. La cara de Gustavo y Thaelman… ellos no podían creer que yo estaba sugiriendo semejante cosa en los años 80. Entonces, el director se me quedó mirando y me dijo: “Pues yo te voy a decir una cosa, Alicia, te compro esa idea, me encanta”. En el momento que él me dijo que le gustaba la idea todo el mundo se alborotó: la directora, el de Fotografía, el productor, Gustavo con la boca abierta. Entonces yo le dije: “No, no, mejor no”. Pero él me respondió: “No, Alicia, me encanta esa idea”. Puso tres cámaras en contrapicado, al frente y a la izquierda. Cuando tengo el orgasmo, yo caigo sobre Gustavo y me agarra la cámara frontal en contrapicado; luego una cámara a la izquierda y una cámara atrás… ¡Se me ve todo el cuerpo desnudo, impresionante!
Fue un escándalo a nivel nacional. De hecho, el diario El Nacional hizo una encuesta en el suplemento Séptimo Día, donde pusieron a opinar al público, porque la gente decía que Gustavo y yo habíamos hecho el amor “de verdad”. Ellos hicieron una encuesta sobre quiénes opinaban que era real y luego ellos van a echar el cuento. Nosotros tuvimos que decir que era mentira, que éramos actores… fue impresionante la veracidad que tuvo esa escena. Y luego, mi papá se hizo el mudo. Después de que me regaló el libro de Ingrid Bergman nunca me criticó, solo que este trabajo no le gustó, digo yo, porque no me felicitó ni me fue a ver ni nada. Mi amado hermano mayor me dijo que yo había mancillado el apellido Plaza, se ofendió, pero después con los años, madurando, me dijo: “Ay Alicia, soy un tonto, tú eres una actriz de primera línea y todo lo que hiciste fue muy original”. Pero es que todo el mundo también me criticó, aunque siempre fui p’adelante. De verdad, fui muy fuerte y valiente a la vez porque me puse esas gríngolas, con la certeza de que estaba haciendo lo correcto, lo que una artista tiene que hacer, que es crear y ser libre. Soy una mujer libre por esencia, no soy esclava de nada, ni siquiera de mí misma. Imagínate lo libre que soy: libre por dentro y por fuera.
Debo reconocerle una gran capacidad de asimilar las crisis y enfrentarlas de manera positiva. Para mí, es una guerrera. En los 80 usted, Elba Escobar y Manolo Manolo capean el temporal de las consecuencias del Viernes Negro con El Show del Bolero, el cual tuvo un éxito impresionante y todavía es recordado. Cuando las fuentes de trabajo mermaron y el cierre de RCTV se produjo, usted se marcha a Estados Unidos y logra trabajar muchísimo en televisión y teatro. Luego regresa y en medio de esta fuerte crisis, se radica en Nueva Esparta, y emprende una nueva faceta como docente, promotora de talentos y algo novedoso, se convierte en motivadora. Cuénteme acerca de esos cambios que ha debido asumir.
Soy una resiliente natural. Los cambios que he tenido que enfrentar, yo misma los he promovido o procurado: la intensidad de los años 80, con esos cambios tremendos y enfrentarme a toda una sociedad señalándome con el dedo y a la vez enamorándose de mí, es una cosa loca. Después todo lo que ocurrió con El Show del Bolero fue fantástico, porque gracias a Pilar Romero, que tuvo esa visión, nosotros no colapsamos.
Alicia se refiere a las consecuencias que produjo en los canales de televisión venezolanos la eliminación de contratos de exclusividad y la disminución de proyectos dramáticos por el impacto económico de la devaluación del bolívar frente al dólar, así como a las restricciones en la venta de divisas. Las fuentes de trabajo empezaron a reducirse, los pagos eran menores y por proyectos. Muchos actores se vieron, de repente, en una precaria condición económica personal.
“De manera inesperada nos quedamos sin trabajo y El Show del Bolero nos permitió tener esa entrada extra que necesitábamos, además de ser conocidos como cantantes”.
Luego, en 2005, en plena crisis de los medios televisivos, yo me marcho del país. Vendí todo: mi casa, mis carros. Me reduzco a siete maletas y a mis dos hijos, de 9 y 11 años, realmente pequeños. Llegué a Estados Unidos con un capital bastante modesto y para vivir allí hay que tener muchísimo dinero. Tuve el apoyo de mi familia, muy rápidamente Venevisión Productions me dio trabajo. Luego tuve esa fuerza para entrar a Telemundo; me lo puse entre ceja y ceja y lo logré, un papel protagonista junta a Lorena Rojas, que en paz descanse. Además logré mucho éxito con ese papel, tuve tres propagandas internas en la novela y ninguna de las otras actrices venezolanas alcanzó esa maravilla. Sé que tuve mucho éxito porque veo lo que pasó después, la proyección de mi carrera internacional. Sí soy una mujer de cambios, una resiliente natural, porque esa es la vida. Alicia Plaza y y Lorena Rojas en el set de Pecados
Ajenos. Fuente: Getty Images
¿Por qué se regresa de Estados Unidos, si había obtenido ese éxito tan importante?
Regresé porque el padre de mis hijos, Eduardo Parisca, que en paz descanse, no quería que los muchachos pasaran la adolescencia en Estados Unidos. Él prefirió que esa etapa tan importante la vivieran acá en nuestro país y yo le hice caso, dejé todo atrás. Sin embargo, cuando llegué a Caracas, me di cuenta de que la ciudad no tenía nada para mí, no representaba nada. En 2008 la encontré muy de capa caída, sin nada de trabajo para mí. Era algo horrible. Mi hermana mayor estaba viviendo en Margarita y me dijo que me fuera allá: “Yo te consigo casa y colegio”. De inmediato me mudé a la isla con mis dos hijos y en verdad me fue muy bien. Me volví docente y motivadora. La verdad fueron 10 años maravillosos, pero que ya también terminaron. Ahora estoy en Caracas muy contenta. Alicia junto a sus hijos pequeños. Fuente: Instagram
Hace varios años, en el programa En íntimo, con María Elena Lavaud, a propósito de sus 35 años de trayectoria artística, aseguró que su sueño era ir a Broadway… ¿Se mantiene vigente?
Sí, mi siguiente paso artístico si Dios me lo permite —y sé que me lo va a permitir, porque ahora tengo cadera nueva y voy a lograrlo— es ir primero a Madrid, después a Broadway. Esta es una de las grandes capitales del mundo cuyo teatro musical está muy en boga y en la punta de lanza, junto con Londres y Nueva York. Mis hijos viven en Barcelona (España) y para mí va a ser una maravilla poder estar cerca de ellos. Es una meta a mediano y largo plazo, lo estoy tomando con calma para prepararme bien en el salto. Sé que estoy perfectamente capacitada, porque para eso me he estado preparando durante 44 años.Fuente: @aliciaplazaoficial en Instagram
De las diferentes facetas profesionales desarrolladas, ¿con cuál se identifica más: cantante, actriz, docente, promotora, motivadora?
No podría decirle que una cosa me gusta más que otra, pero sí le puedo confesar que cuando yo canto y bailo me conecto con la energía divina de Dios. Cuando actúo, emerge esa transgresora, loca, divina, que saca sus emociones, su carácter, su impulso. La actriz me permite drenar y trabajar personajes, pero es más comprometido para mí, más difícil; es el rol que más me cuesta de todos, porque es el que vino después. A mí todo me gusta, pero cuando bailo, canto, doy clases, soy motivadora, es cuando encuentro la sincronía con Dios, es cuando yo me conecto con Dios en forma directa, así que yo diría que soy una artista, soy una artista escénica completa.
¿Cómo se siente en este momento como mujer, madre y profesional?
Como madre me siento un poco triste porque acaba de emigrar mi hijo varón y pues, nada, ahora estoy solita en Venezuela. La idea es estar cerca de ellos en un tiempo no muy largo. Como profesional, me encuentro un poco confundida con esta situación. Me hace falta trabajar, tener pautas de trabajo, estar activa. Soy un animal de trabajo, definitivamente una workaholic. Como profesora, estoy feliz porque voy a reiniciar mis clases, voy a estar haciendo mucho trabajo como docente este 2022, Dios mediante.
¿Qué quisiera compartir con los nuevos talentos artísticos que están emergiendo en este momento en un país como el nuestro, con fuentes de trabajo casi nulas?
Les diría que opten siempre por la excelencia, que lean, que se cultiven, que vayan a museos, que observen a la gente, que vean la naturaleza, que escriban, que practiquen, que canten… Lo que les guste hacer, que lo hagan. Que estudien, que no sean diletantes y mediocres, que se formen, pero que sobre todas las cosas, apunten a la excelencia, a ser ciudadanos de primera, porque por alguna razón nos estamos convirtiendo en ciudadanos de segunda y de tercera. Así que yo diría que ese es el súmmum de mi formación: convertir a un pollito mojado en un cisne blanco, convertir a una personita salvaje en alguien cultivado y en un ciudadano de primera.
¿Cuál es su mensaje como motivadora a nuestros lectores?
Lo mejor está por venir, suelta y confía. Cada vez que sientas que el mundo se derrumba a tu alrededor, piensa que siempre hay alguien que la está pasando peor que tú. Respira, suelta y confía.